La incursión de la retranca en la gran pantalla
El audiovisual gallego vive una transición histórica. Hace años que las producciones autóctonas toman parte en importantes festivales y vuelven a casa con méritos internacionales, apostando, como no ha dejado de hacerse, por una colección de obras que explora todos los géneros. Poco a poco, se consolida como un reclamo en las carteleras nacionales y extranjeras esa 'denominación de origen' en la que no solo los escenarios, sino las escenas, los diálogos, e incluso la propia manera en la que la historia se relata son un personaje que vive y respira como el resto; el resultado de un 'savoir faire' que, lejos de nacer ahora, ha dado forma a los metrajes gallegos durante décadas. En ese escenario, quizás una de las ramas menos exploradas haya sido la de la comedia, pese a su capacidad para sacar a relucir la cultura y el patrimonio autonómico como pocas. Xosé A. Toruiñán, Iolanda Muíños y Federico Pérez, tres actores gallegos que han tocado muchos palos durante sus carreras, se convierten en adalides del humor más próximo en '+Cuñados', secuela de la producción de 2021 en la que el caos vuelve a desatarse por Orense. Un filme que, como el primero, sin ningún miedo abraza la irreverencia y roza el absurdo que ofrece la narrativa cinematográfica; pero a través de una familia que no se aleja de la que podría residir en cualquier núcleo gallego. En conversación con este medio, el trío coincide en que esa forma de contar historias, transmitiendo a la vez cómo es Galicia y la gente que lo habita, bien puede ser una fortaleza que esgrime su industria. «Creo que sí tardamos en hacer comedia para cine. No son años perdidos, son aprovechados de otra forma», apunta Pérez, que se refiere a la TVG como «fundamental» en la producción de ficción, aunque en la forma de series. Pensando en la gran pantalla, se pregunta: «¿Por qué no hacer una comedia? Ahí se ve nuestro humor, y no se basa en chistes, sino en nuestra forma de hablar, en cómo entendemos las cosas, cómo nos relacionamos y vivimos la vida. Creo que es necesario, y seguir haciendo más». Touriñán también ve amplias posibilidades: «Está todo por hacer. En el campo de la comedia, y a lo mejor también en el de películas que suelen tildarse de 'comerciales' como algo malo. Creo que en el cine gallego falta de eso también», señala, en referencia al éxito del género de autor. «Fueron grandes éxitos las comedias de la TVG, siempre. Las barreras que nos ponemos nosotros y las fronteras de 'uy, esto solo se entiende aquí' son mentira. El humor es universal», opina, aunque los «referentes» sí puedan tener «límites», como «si a un urbanita le hablas de sembrar trigo o patatas». Pero, incluso ante la falta de proximidad, «también lo puede entender, estoy segurísimo, aunque le quede lejos. Nos ponemos muchas barreras culturales y sociales y hay que olvidarse de eso». Pérez dice que «el cine y el teatro es ir a verte a ti mismo, las cosas que te pasan». Que, en su medida, consiste en «empatizar, ponerse en la piel» de un personaje. Y quizás ahí radique parte de la clave, porque las situaciones que presentan estas películas saltan de una hipérbole a la siguiente, pero sus personajes no son ajenos a la naturaleza humana. «Si pudiéramos leer el pensamiento, veríamos que somos más disparados en nuestra cabeza que en lo que acabamos haciendo», recuerda Muíños, muy al hilo. La ficción permite jugar con lo que estaría dispuesto a hacer un personaje, pero, en estas películas, se les retrata desde un lugar cercano. Los tres están de acuerdo en el «potencial» gallego para hacer cine. Para empezar, «tenemos grandes equipos técnicos. Hubo una gran escuela, la de la TVG, donde se formó un montón de gente», expone Touriñán. que lamenta que, con los años, se frenase aquel ritmo de producción –«queremos animarlos a que vuelvan», añade Muíños–. Pese a ello, hoy Galicia cuenta con una generación de profesionales y cineastas que conocen muy bien su tierra, la muestran ante el público y la 'utilizan' de la forma más efectiva en los rodajes. «Ya en la primera película quisimos poner los pies en la tierra y contar cosas, pero cosas que le pasan a la gente. En la anterior, el equipo de baloncesto local jugaba un papel importante [porque] allí la gente es muy aficionada al basket. En esta están los temas del Entroido, del vino... pues no es solo un 'spot' para enseñar lo bonito que es todo. La idea es que cuenten, que sean un espectador más», resume Pérez. «Sin falsa modestia» ¿Qué rumbo sigue el cine hecho en Galicia? El actor espera que logre «fortalecer» lo que una vez «consiguió» y vuelva a hacer gala de un gran volumen de producciones propias. «Si queremos que se afiance tenemos que luchar todos», afirma, igual que hacen productoras como la de Portocabo –artífice de este filme y su precuela–, creando también «contenidos para fuera, pero que se hacen aquí». Sobre aquella 'denominación de origen' antes mencionada, tan vinculada al costumbrismo, Muíños lo tiene claro: «Pienso que ya la tenemos. Para mí, el carácter gallego está metido ahí, en la película», y bien puede ser un «buen» camino a seguir para la industria, aporta Pérez: «tenemos mimbres para hacerlo». MÁS INFORMACIÓN estandar No Las mil vidas del abuelo Federico, el Salgari español José Luis Jiménez Otra lectura aporta Touriñán. Sin llegar al desacuerdo, propone una reflexión. «Igual tenemos que empezar a huir un poco de la humildad y empezar a sacar pecho de las cosas que hacemos». Se refiere a la capacidad de contar historias cotidianas «sin falsa modestia», añade Muíños, a la que releva Pérez: «A veces pensamos que una historia, por suceder en una aldea, será algo menor. Pero, al final, las pasiones humanas son las mismas. Debemos seguir creyendo en nosotros, en contar nuestros relatos».