Hace cien años, Milena Jesenská escribió de Franz Kafka que era un hombre «tímido, angustiado, sereno y bueno» que escribió libros terribles y dolorosos. «Veía el mundo poblado de demonios invisibles que aniquilaban a las personas indefensas. Era demasiado clarividente, demasiado sabio para vivir, y demasiado débil para luchar». Fue Milena el penúltimo amor imposible del autor de 'La transformación' ['La metamorfosis'], un tótem literario, casi una religión, y así es como se despidió de él, con una negrológica legendaria. Comenzó también una leyenda, la de un tipo atormentado, un plumilla que escribía y se sabía kafkiano. «Hemos vivido a la sombra de ese personaje», reflexiona Ignacio Echevarría , que anda desde los años 90 enfrascado en la edición de...
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