Yolanda, la pitonisa
Hace más años de los que puedo creer, en los días de mi primer trabajo profesional, mi jefa se acercó una mañana a mi mesa y me pidió que la acompañara porque quería hablar conmigo. En el transcurso de aquellos pocos metros mi mente escaneó en bucle mi desempeño de aquellos meses en busca de la falta que hubiera podido motivar la temida conversación. Llegamos a su despacho, cerró la puerta, y cambió inmediatamente de actitud. En un tono casi maternal me preguntó, ¿te está pasando algo en casa? ¿Te puedo ayudar? Me quedé helada porque efectivamente sí estaba pasand ...