La final entre el
Barça y el
Aalborg fue algo extraña, en un sentido. El balón, cuando estaba en manos del Barça, circulaba entre los tres jugadores de primera línea y apenas llegaba uno a los extremos, ni tampoco al pivote. En las semifinales,
Ariño o
Janc sí recibían balones para volar y jugársela. En la final, apenas
Aleix recibía alguno para provocar penalti. Tampoco el Barça filtraba pases al pivote, siempre muy bien marcado. Hasta el punto que los dos goles únicos goles de
Frade en el encuentro los logró tras capturar un rechace del meta
Landin y batirle. Fueron dos tantos en el tramo decisivos y providenciales.
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