Odas a la alegría: de la Flauta Mágica a la sinfonía coral
Por tercera vez se representaba la postrera ópera mozartiana en Les Arts , y, que duda cabe, que ha sido la más unánimemente alabada por todos, en gran medida, gracias a una escena imaginativa, firmada por el ya veterano director de Cambridge Simon McBurney y una escenografía de Michael Levine que ya puede calificarse de clásica, habiéndose citado en algunas ocasiones como una de las grandes producciones del último medio siglo. La escena es la gran triunfadora de la noche, lo que no suele ser un hecho habitual, y más si el resto de los comparecientes también rayaron en sus cometidos a un nivel notable. La idea escénica eleva suelo del foso situándose la orquesta visualmente a ojos de un público y el público a la vista de los músicos orquesta. Un público que llenó el teatro y que al terminar la representación prolongó una enorme ovación, no exenta de clamores, de las más intensas de los últimos años. Con el último acorde de la maravillosa y emocionante coda, la sala irradiaba felicidad y erigiendo a esta Flauta Mágica en toda una oda a la alegría. Podría parecer que, en algunos instantes, sobre el escenario, y más allá, reina cierto caos improvisación y desorden, pero se trata de una ilusión a la que nos quiere llevar Mc Burney . Para lograr este trampantojo, todo está medido en un ritmo interno y una dirección actoral llena de virtuosismo y precisión milimétrica. De hecho, para disfrutar de esta flauta ni siquiera hace falta atender demasiado a una trama que queda un tanto soterrada en una sucesión de hallazgos escénicos. La conexión espacial, visual casi fusión entre escena, foso y público, en un todo, es totalmente coherente con el concepto general. Por ejemplo, la flauta solista de la formación, Magdalena Martínez , ingresa en escena como un personaje más e regresa a su atril. Asimismo McBurney lleva a cabo una magistral fusión entre lo onírico y lo cercano. De una forma genial, por unos instantes, sin, apenas, solución de continuidad, la historia transcurre en nuestro mundo, el de los espectadores, con una constante interacción con la sala y la orquesta, y por otros en un ámbito paralelo lejano y fantasioso. Son numerosos los detalles que se van sucediendo de tipo sonoro en las partes habladas o visual con la construcción en tiempo real de letreros que se proyectan, y haría falta al menos dos o tres representaciones para asimilar todo el catálogo de situaciones visual y argumentalmente relevantes. Si hubo un solo instante que me chirrió fue cuando la orquesta entona varios compases del himno de la Comunitat Valenciana a modo de guiño que nada aporta. Musicalmente hablando se lleva la palma el Papageno de Gyula Orendt , excelente en lo vocal y excelso en lo actoral luciendo una vis cómica natural de la que pueden presumir no demasiados cantantes. Se movió como pez en el agua en escena y entre las butacas de la platea intercambiando bromas con el respetable. El resto del reparto estuvo a un nivel algo inferior, pero a una altura notable en términos generales, como la pareja protagonista encarnados por Giovanni Sala en el papel de Tamino con una voz y una emisión muy adecuada para el rol y la catalana Serena Sáez, como Pamina, de preciosa voz lírica y rica en matices, y que se desenvolvió con gran soltura en escena. Rainelle Krause fue una excelente Reina de la Noche, representada como una anciana, con unos sobreagudos perfectamente colocados y con el mérito añadido de cantar sus arias desde una silla de ruedas (otra genialidad más), pues es así como la presenta en escena. Matthew Rose fue un más que correcto Sarastro, de gran presencia tanto física como en la voz, aunque con ciertos apuros en la emisión. Iria Goti cumplió con su Papaguena y las Damas Antonella Zanetti, Laura Fleur y Luzia Tietze estuvieron a una altura reservada a los mejores teatros y los tres niños del Trinity Boys Choir, representados como unos personajes fantasmales entre lo pueril y la ancianidad, defendieron con dignidad su cometido. El Cor de la Generalitat perfectamente integrado en la escena, estuvo a la altura de la representación. La dirección musical de James Gaffigan es impecable y lleva a buen puerto musicalmente la obra, pero no se puede concluir que lleve a cabo una lectura especialmente personal o de un marcado perfil en los tempi seleccionados en las dinámicas empleadas que no fueron excesivamente contrastadas. Realmente no se caracterizó por nada relevante estilísticamente, más allá de un trabajo bien hecho. La nunca suficientemente alabada Orquesta de la Comunitat Valenciana, precisa y flexible, fue como tantas otras noches fue una de las triunfadoras de la representación. Intensa Novena de Beethoven La magistral obra beethoveniana, que cumple dos siglos de vida, fue programada para que fuera el director ruso Vasilii Petrenko quien se subiera al podio, pero por un grave problema familiar debió abandonar Valencia la misma semana del concierto. En su lugar James Gaffigan tuvo el mérito de, en pocas jornadas, armar una lectura de gran intensidad y coherencia entre los cuatro movimientos. No se puede afirmar, como sucediera con el Mozart , que nos mostrara nuevos mundos y que nos ofreciera una lectura marcadamente personal, pero dentro de lo que es habitual en esta clase de repertorio, el director neoyorquino construyó un edificio de sólidos cimientos, desde el inicio, manteniendo la tensión en la algo más de una hora que le duró una lectura de tempos vivos, aunque no excesivamente. Sin llegar a ser una versión reveladora, extrajo de los músicos de la Orquesta de la Comunitat un sonido imponente, amplio, robusto y pleno de empaque beethoveniano desde el mismo inicio. Sensacional la cuerda, lo cual a estas alturas no es descubrir un Mediterráneo, y dentro de esta, especialmente toda la cuerda grave, con unos contrabajos de excepción en el recitativo de inicio del cuarto movimiento, aunque yo hubiera pedido una exposición más dramática de este pasaje. Magníficas las maderas con Magdalena Martínez en la flauta, Antoine Escoffier en el oboe, así como el solista de fagot Salvador Sanchís , y un tanto destempladas las trompas. Magnífico también el timbal de la formación Gratiniano Murcia en su amplia y comprometida partitura. El Cor de la Generalitat, reforzado, rayó a un alto nivel, especialmente la parte masculina que estuvo sobresaliente. Cierto es que se apreció puntualmente cierta tirantez en las notas más agudas de las sopranos en los compases más comprometidos para esta cuerda. No es fácil hallar un cuarteto vocal de gran nivel para interpretar esta obra y en este caso estuvo algo descompensado en sus prestaciones y emisión. Como no podía ser menos la sala presentaba el lleno de las mejores ocasiones, y el triunfo lo fue sin paliativos. Fichas artísticas Miércoles 12 de junio de 2024 Palau de Les Arts W. A. Mozart, la Flauta Mágica Giovanni Sala, Serena Saénz, Gyula Orendt, Matthew Rose, Rainelle Krause, Brenton Ryan; Antonella Zanetti, Laura Fleur, Luzia Tietze y niños del Trinity Boys Choir. Dirección de escena: Simon McBurney. Escenografía: Michael Levine Cor de la Generalitat Orquesta de la Comunitat Valenciana James Gaffigan, director musical --------------------------- Jueves 13 de junio de 2024 Auditori de Les Arts L.V. Beethoven, Novena Sinfonía «Coral» Johanni van Oostrum, Carmen Artaza, Maximilian Schmitt, José Antonio López. . Cor de la Generalitat Valenciana James Gáffigan, director musical