Me enternecen muchos ciertas protestas. Les veo un punto naíf, tan pueril y candoroso en su furia, que impele a abrazo y beso en la frente, a colacao calentito y «descansa, mi estrella». Ya pasó, ya pasó (ahora deja a los mayores que arreglen las cosas). Me pasa con los modernos de Lavapiés y con los aborígenes de Mallorca . Con los primeros, porque les enfada mucho no encontrar piso en el centro, justo en la calle que más les gusta, con sus sueldos fluctuantes de trabajar solo en lo que apetece, y que otros doscientos mil modernos como ellos (que solo quieren ser escritores, actores o artistas) quieran también vivir allí. Les molesta que el dueño del piso prefiera...
Ver Más