Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa se puso las pilas con el objetivo de no volver a pasar hambre, al menos en tiempos de paz. En la Comunidad Económica Europea (CEE) de entonces algunas mentes preclaras entendieron la importancia de la política agraria para aumentar la productividad –se generalizaba la mecanización–, mejorar en nivel de vida de los profesionales y lograr unos precios asequibles de los alimentos. Por entonces, mediados del siglo XX, un hogar europeo destinaba el 50 por ciento de su renta a la cesta de la compra, y en la actualidad, según datos de 2022 referidos a España, supone el 16 por ciento, dedicado a comprar sobre todo carne, pan-cereales, leche-queso-huevos, pescado, legumbres, hortalizas y frutas....
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