En el año 2006, en su autobiografía 'Nue (desnuda)' , Sylvia Kristel contó que era anaorgásmica. Una definición propia –más grande que una habitación– con la que desmontaba un universo de sensualidad exógena y sexualidad dibujada desde las miradas ajenas. A Sylvia Kristel, eterna 'Emmanuelle' , el personaje le regaló un año de gloria y una maldición que la acompañó hasta su muerte, en 2012, con apenas 60 años de edad y muchas vivencias a sus espaldas. En el 50 aniversario de la película que la encumbró y por la que varias generaciones de españoles se fueron hasta la frontera para ver lo que aquí la censura les hurtaba, recordar a Sylvia Kristel es recordar su tragedia. Cuando murió a causa de un derrame cerebral tras combatir con dos cáncer, los obituarios recordaron a la holandesa por su erotismo y por todo lo que vino después de aquel papel: abusos sexuales, un divorcio tormentoso, fama planetaria, drogas y alcohol, olvido y enfermedad y, finalmente, muerte prematura. En su obituario en ABC, el maestro José Manuel Cuéllar lo contó así: «Era todo satén, con cierta cadencia que la hacía entrar en el terreno de la elegancia. No obstante, era una muñeca de seda a la que la vida rasgó sin misericordia . Tras esa belleza angelical se escondía un recorrido trazado por los demonios: abusaron de ella cuando era pequeña, se encontró con un escenario familiar destrozado y estuvo media vida en busca de una figura paternal que nunca tuvo y la otra media, en lucha con las drogas y el alcohol». Claro que lo de Sylvia Kristel como juguete roto de la fama y los abusos no es único. En España tenemos de aquella época, condiciones similares, a Nadiuska , que en realidad se llamaba Roswithka Bertasha Smid Honczar antes de que la cámara empezara a convertirla en mito erótico. Igual que Sylvia Maria Kristel fue primero modelo (Miss TV Europa 73) antes que actriz, profesión en la que aterrizó con 'Frank y Eva' en 1973, un año antes de rodar 'Emmanuelle'. Las película impactó no solo en España, como algunos creen. En el resto del mundo, sin censura ni Franquismo ni Perpiñán, también había colas frente a los cines para ver a Sylvia Kristel y su sensualidad . En París, dicen las crónicas de entonces, 'Emmanuelle' se llegó proyectar durante 13 años seguidos en un cine de los Campos Elíseos de París. 'Emmanuelle', también contra lo que la leyenda dejó después, era una película con más decencia que la mayoría de todo aquel 'destape' de cuerpos sin ropa ni justificación que durante la Transición se convirtió en marca España. Tras 'Emmanuelle' llegó la explotación de Kristel. No fue solo física, también comercial. Llegaron secuelas con menos sentido que dignidad: 'Emmanuelle 2', en 1975; 'Adiós, Emmanuelle', en 1977, y 'Emmanuelle 4', en el año 1984. Los agentes y productores de la época la pagaron poco y mal, y lo poco que consiguio Sylvia Kristel en forma de porcentajes de ganancias de la película lo acabó «cediendo» para financiar las drogas. «El problema es que no tenía agarraderas sentimentales para aguantar la tromba de popularidad que le llegó, y sí una base de barro que se vino abajo con rapidez», escribió Cuéllar. El cine serio nunca la tomó en serio, porque contratar a Kristel era contratar a la de 'Emmanuelle', y eso eclipsa a cualquier otra estrella del cartel. Sylvia empezó a fumar a los 11 años y en los últimos tiempo tuvo de todo: cáncer de garganta y, luego, de pulmón, hasta que un derrame cerebral se la llevó para siempre mientras dormía. La cara oculta de la fama y una vida trágica desde la infancia, donde ya sufrió abusos, le trajo una oscuridad más duradera que el fugaz brillo de las alfombras rojas.
