Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto. Seremos un recuerdo, al menos durante un tiempo. Y un poco después, ni siquiera eso. Todos estos años pasarán al olvido como pasan las malas cosechas, los miércoles de ceniza, los becerros de oro. No hay nada en esta época digno de reseñar excepto el Real Madrid y Morante de la Puebla, por lo que quizá el futuro se limite a empaquetar nuestro tiempo, envolverlo de un celofán transparente y cutre y bautizarlo con el nombre de una pregunta de examen, algo así como: ' La gran crisis de 2030: orígenes y antecedentes'. Y se hablará ahí del Covid, de la inflación, de Putin, de Gaza, del auge de los populismos, del fin...
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