José Luis Garci hace listas para viajar al pasado, un ayer hecho de recuerdos tamizados por la nostalgia; y las hace también, las listas, para mirar al futuro, un vacío siempre caótico, desordenado e inasible que trata de estructurar del uno al diez, de lo mejor a lo peor. «Recordad que el futuro siempre ha llegado lleno de imaginación», dice. Con las listas el niño Garci, modelo del año 44, se traslada al mercado de Ibiza, a la mano de su madre. A pasear entre los puestos al aire libre de los bulevares de Narváez con Menéndez Pelayo. «Aceitunas, carne, verduras». Lo importante, vaya. En aquella infancia feliz de un Madrid que era pueblo y capital, barrio y Broadway, Garci...
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