¿Dimitirá Macron tras su debacle electoral en las legislativas?
Durante las últimas dos décadas, concretamente desde la reforma constitucional de 2000 que redujo el mandato presidencial de siete a cinco años y que entró en vigor en 2002, Francia no ha afrontado una “cohabitación” en su Poder Ejecutivo dual (presidente y Gobierno). Es decir, que el presidente de la República y el primer ministro sean de distinto color político. Antes de eso se sucedieron dos incómodas “cohabitaciones” con el socialista François como presidente (1986-1988 y 1993-1995) y con el negaullista Jacques Chirac (1997-2002).
Precisamente, para evitar este bloque político en Francia, se modificó el mandato del inquilino del Elíseo para que las elecciones presidenciales y legislativas se celebraran en el mismo año, con poca distancia temporal entre una y otra. De esta manera, se buscaba que el impulso político del recién elegido presidente arrastrará a obtener una mayoría parlamentaria cómoda en las legislativas. Así ocurrió, en 2017 cuando el irruptivo Emmanuel Macron arrasó en las legislativas con su movimiento convertido en partido político “ad hoc”, la República en Marecha (LREM). Sin embargo, el desgaste de cinco años en el poder y el auge de los extremos ideológicos redujeron en 2022 su hipermayoría en mayoría simple. El Gobierno afrontó un Parlamento hostil en el que necesitaba negociar ley por ley con los grupos de la oposición, que le presentaron una docena de mociones de censura. Como resultado, el Ejecutivo lleva dos años arrastrando lo pies y aprobando leyes emblemáticas como la reforma de las pensiones por decreto sin votación parlamentaria gracias al artículo 49.3 de la Constitución.
A la vista de los resultados de las primera vuelta, Juntos, la coalición que reúne a los tres partidos del hipercentro macronista (Renacimiento, Horizontes Modem) pasará a ser la tercera fuerza política en la futura Asamblea Nacional, por detrás de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN) y la coalición de izquierdas, el Nuevo Frente Popular (NFP).
A la espera de que el próximo domingo, la segunda vuelta termine de configurar la Asamblea Nacional, el presidente Macron ha fracaso en su golpe de efecto del 9 de junio, cuando sin esperar a los resultados oficiales definitivos, decidió disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones con fin del “clarificar” el escenario político francés. Es decir, lograr que el miedo a la extrema derecha y una izquierda secuestrada por Jean Luc Mélenchon convenciera a los francese a votar a los centristas.
Poniéndose la venda antes de la herida, hace dos fines de semana, el presidente francés confirmó en una carta abierta a los franceses su voluntad de concluir su mandato. "Pueden confiar en mí para actuar hasta mayo de 2027 como su presidente, protector en todo momento de nuestra república, de nuestros valores, respetuoso del pluralismo y de sus elecciones, en su servicio y el de la nación." Insistió en que la próxima votación no era "ni una elección presidencial ni un voto de confianza al presidente de la república", sino una respuesta a "una única pregunta: ¿quién debe gobernar Francia?". Así que parece probable que Macron se quede quieto.