Un equipo internacional de astrónomos, dirigido por investigadores de la Penn State University, acaba de identificar con el instrumento NIRSpec a bordo del Telescopio Espacial James Webb tres misteriosos objetos en el Universo temprano, entre 600 y 800 millones de años después del Big Bang, cuando el cosmos apenas tenía el 5% de su edad actual. El hallazgo se acaba de publicar en 'Astrophysical Journal Letters'. Tras analizar las características de la luz emitida por esos objetos, los investigadores hallaron las firmas de estrellas 'viejas', de cientos de millones de años de edad, mucho más antiguas de lo que se creía posible en un Universo tan joven. Pero su sorpresa no terminó ahí. Los científicos, en efecto, también descubrieron enormes agujeros negros supermasivos en el interior de esos objetos, y estimaron que s s masas son entre 100 y 1.000 veces mayores que la de Sagitario A* , el agujero negro central de nuestr propia galaxia y cuya masa equivale a la de cuatro millones de soles. Los modelos cosmológicos actuales no contemplan la existencia de nada de lo observado por el equipo de la Penn State, y establecen que tanto las galaxias como sus agujeros negros centrales crecen juntos y necesitan varios miles de millones de años para llegar a ser como son los recién observados «Hemos confirmado -afirma Bingjie Wang, autora principal del artículo- que (estos objetos) parecen estar repletos de estrellas antiguas (de cientos de millones de años) en un Universo que tiene sólo entre 600 y 800 millones de años de edad. Sorprendentemente, estos objetos ostentan el récord de las primeras señales de luz estelar antigua. Fue totalmente inesperado encontrar estrellas tan viejas en un universo tan joven. Los modelos estándar de cosmología y formación de galaxias han tenido un éxito increíble, pero estos objetos luminosos no encajan con ellos». Esta clase de objetos masivos en los confines del Universo se detectaron por primera vez en Julio de 2022, tras la publicación de las primeras imágenes oficiales de James Webb. El hallazgo se publicó apenas unos meses después en 'Nature'. A partir de ese momento, los investigadores utilizaron los nuevos datos para dibujar una imagen más clara de cómo eran esas galaxias y qué había exactamente dentro de ellas. De ese modo, no sólo se confirmó que los objetos eran en realidad galaxias ya 'maduras' muy poco después del comienzo del Universo, sino que también se encontró evidencia de agujeros negros supermasivos sorprendentemente grandes y una población de estrellas sorprendentemente antigua. «Es todo muy confuso -afirmó entonces Joel Leja, coautor de ambos artículos-. Es posible hacer que esto encaje 'a la fuerza' en nuestro modelo actual de Universo, pero sólo si recurrimos a alguna formación exótica e increíblemente rápida al principio de los tiempos. Este es, sin duda, el conjunto de objetos más peculiar e interesante que he visto en toda mi carrera». Los autores del estudio también quedaron perplejos por el tamaño increíblemente reducido de estos objetos, de sólo unos pocos cientos de años luz de diámetro, aproximadamente 1.000 veces menos que nuestra propia Vía Láctea, y ello a pesar de que contienen un número similar de estrellas. Según explica Leja, si tomáramos la Vía Láctea y la comprimiéramos hasta el tamaño de las galaxias recién descubiertas, la estrella más cercana al Sol estaría dentro de nuestro propio Sistema Solar, y no a más de cuatro años luz de distancia, como es el caso. Y Sagitario A*, el agujero negro supermasivo del centro de nuestra galaxia, que se encuentra a unos 26.000 años luz de nosotros, estaría apenas a 26 años luz de la Tierra y sería visible a simple vista como un enorme y brillante anillo de luz (que es la materia que gira a su alrededor antes de ser devorada por él). «Estas galaxias tempranas -prosigue Leja- están llenas de estrellas, estrellas que debieron haberse formado de una manera que nunca hemos visto, en condiciones que nunca esperaríamos y durante un período en el que nunca habríamos esperado verlas. Y por alguna razón, el Universo dejó de producir objetos como estos después de sólo un par de miles de millones de años. Son exclusivos del Universo primitivo». Ahora, los investigadores se disponen a realizar más observaciones que, según aseguran, podrían ayudar a explicar algunos de los misterios de estos objetos. «Tenemos -concluye Leja- todas estas piezas del rompecabezas y sólo encajan si ignoramos el hecho de que algunas de ellas se están rompiendo. Este problema necesita de una genialidad, una idea nueva que hasta ahora se nos ha escapado a nosotros, a todos nuestros colaboradores y a toda la comunidad científica».