Cuando los nazis creyeron que podían viajar en el tiempo para ganar la Segunda Guerra Mundial

En el verano de 1941, durante una convención en Cleveland de la Federación Americana de Astrólogos (AFA, por sus siglas en inglés), Louis de Wohl aseguró que Hitler estaba tomando decisiones militares en la guerra bajo el asesoramiento de «los mejores astrólogos alemanes» . Según la teoría del que fuera también uno de los grades escritores de novela histórica del siglo XX, estos estarían ayudando a la Alemania nazi a planear un ataque contra Estados Unidos que se produciría en primavera, una vez Saturno y Urano entraran en géminis, el signo de aquel país gobernado entonces por Franklin Delano Roosevelt. Así, como lo oyen. Las teorías insólitas de Wohl no terminaban ahí. Según comentó a asistentes a la convención, «Estados Unidos siempre había sido objeto de graves sucesos cuando Urano transitaba por Géminis». E iba más allá al asegurar que las estrellas presagiaban un inminente desastre para Hitler : «No podemos predecir una fecha exacta, pero si Estados Unidos entra en la guerra antes de la próxima primavera, él está condenado». Lo que nadie se dio cuenta es que aquella conferencia era un burdo intento de propaganda por parte del Gobierno británico para arrastrar a la administración Roosevelt al enfretamiento directo con Alemania nazi. Estamos ante uno de los muchos episodios de la Segunda Guerra Mundial asociados al terreno del misterio, el ocultismo , la leyenda y otros campos sorprendentes o directamente inverosímiles. Podemos citar también las gestiones del astrólogo suizo Kart Ernst Krafft, en noviembre de 1939, para informar a Hitler de que su vida corría peligro los días 7 y 10 de ese mes, tras la interpretación que había hecho de los astros; o las peripecias de la «secta» paracientífica creada por Heinrich Himmler para recorrer el mundo en busca del Santo Grial y otro objetos que le permitiesen, según su teoría, demostrar la superioridad de la raza aria. Pero el que vamos a contarles a continuación es quizá uno de los más locos: el arma conocida como «Die Glocke», con la que se podían realizar, según los nazis, viajes en el tiempo y que tenía efectos devastadores sobre la gravedad de la tierra. Sobre esta leyenda escribe Manuel Ayllón en 'El secreto de la Orden Negra' (Almuzara), una novela que se sumerge en los círculos más oscuros de El Tercer Reich, cuando Hans Kammler dirige este proyecto ultrasecreto que podría cambiar el curso de la guerra. Con la ayuda de una misteriosa médium, este ingeniero alemán –que existió de verdad– ensaya el control de este tecnología que le podría otorgar el poder de ir y venir al pasado y al futuro. En la novela, Kammler huye llevándose el secreto que podría cambiar el mundo al terminar la guerra. En su camino se cruza con María Millán, una agente española que ha huido del régimen franquista tras la Guerra Civil y ha sido adiestrada por la KGB, a la que se le ha asignado una misión urgente: encontrar al ingeniero y asegurarse que la «Die Glocke» –«La campana», según la traducción al español–, no caiga en manos enemigas. Pero, ¿cuánto hay de cierto en esta historia sobre la que se han publicado varios ensayos y novelas en los últimos años? ¿Realmente creyeron Hitler y sus mandos militares que podrían realizar esos viajes para darle una vuelta al conflicto? ¿Qué dicen los documentos encontrados sobre este artefacto? «Empecé a escribir sobre la incorporación de agentes españolas en los servicios secretos soviéticos y, en el camino, apareció este tipo singular, el teniente Hans Kammler, responsable de lo que los nazis llamaban el programa de «armas maravillosas». Tirando de ese hilo, descubrí la más misteriosa de todas, la campana. A partir de ahí comencé a escribir el relato sobre la historia de los nazis en la España de la posguerra y de las exiliadas republicanas en la KGB. Llegué entonces a un oficial de las SS procesado en Núremberg y ejecutado después por los noruegos, Jakob Sporrenberg, que fue el primero en hablar de 'Der Riese' ('El Gigante', en alemán), la instalaciones secretas en las que Kammler realizó sus experimentos con estas armas», cuenta a ABC Ayllón. La «Die Glocke» fue, siempre supuestamente, una máquina de guerra oculta que los alemanes construyeron con el objetivo de ganar la guerra en el contexto de la Wunderwaffe, la campaña propagandística del Tercer Reich que recogía todas esas superarmas que el ejército nazi estaba dispuesto a usar contra los aliados. Aunque la existencia de la campana está efectivamente ubicada en el terreno del misterio y las conspiraciones, salió prácticamente después de la Segunda Guerra Mundial. «El mencionado oficial nazi juzgado en Núremberg fue quien primero testificó sobre la misteriosa máquina y su capacidad para desplazarse en el tiempo. De hecho, en los expedientes de depuración se señala que este en desarrollo se la conocía como 'Operación Kronos' ('Operación Tiempo'). Detrás de toda esta corriente había también un discurso filosófico, pero es evidente que no hay ninguna certeza. No se puede decir nada más allá que todas estas hipótesis, aunque haya mucha documentación relativa a la 'Die Glocke'». En el año 2000 su interés creció entre los aficionados a la historia, tras la publicación de 'Prawda o Wunderwaffe' ('La verdad sobre las Wunderwaffe', en español), del periodista polaco Igor Witkowski, que recogía el interrogatorio que se realizó a Jakob Sporrenberg y a las que accedió a través de un contacto con el servicio secreto de Polonia. A raíz de ello, tuvo acceso también a un sinfín de documentos clasificados entre los que se encontraba citado el proyecto 'Die Glocke'. Aunque la teoría de Witkowski nunca ha sido demostrada con pruebas sólidas, encontró entre sus lectores a muchos seguidores. Estilos crecieron exponencialmente tras la salida al mercado de otro ensayo, el del autor británico Nick Cook, quien en 'The Hunt for Zero Point' daba buena cuenta de estos proyectos locos y hablaba de la Operación Paperclip ('Sujetapapeles'), en la que los servicios de inteligencia estadounidenses extrajeron información y conocimiento sobre todas las pruebas armamentísticas de los científicos nazis para llevárselas a su país. En realidad, tenían miedo de que la URSS se hiciera con ella. «Artilugio brillante» Cook describía la campana como un «artilugio brillante y giratorio» que, probablemente, disponía de algún efecto antigravitatorio y que, incluso, se la podía considerar una «máquina del tiempo». El artefacto, según el autor británico, tuvo un diámetro aproximado de 2,7 metros y una altura de entre tres y 4,5 metros. Según Witkowski, el artilugio contenía dos rotores coaxiales que se llenaban de «una sustancia parecida al mercurio, de color violeta» a la que llamaban «Xerum 525». Esta era almacenada en un termo alto y delgado, de un metro de alto, que estaba encapsulado en plomo. El arma, aseguran los investigadores, fue encargada por el propio Hitler a Hans Kammler, que también estaba detrás del desarrollo de misiles, aviones reactores y construcciones subterráneas. El 'Führer' quería una máquina con la que viajar en el tiempo a partir de una gran aceleración y que pudiera levitar y el ingeniero se puso a trabajar en la base 'Der Riese'. Según Witkowski, al probarse, cinco de los siete miembros de la investigación dirigidos por el físico Walther Gerlach murieron sin que se esclareciera la causa de la muerte. Las teorías de la conspiración que surgieron después apuntan a que los servicios de inteligencia de Estados Unidos robaron el arma y se la llevaron a sus instalaciones militares para estudiar la anti-gravedad. Otra versión asegura que se la llevaron a Sudamérica, donde se exiliaron muchísimos altos cargos nazis. «Yo creo que a Hitler el asunto del ocultismo le importaba un carajo. El que sí era un devoto seguidor de todos estos misterios era su camarada Heinrich Himmler, el jefe de la SS. Tanto es así que dentro de esta organización creó un departamento, la Ahnenerbe, (Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu), que recogía todas las líneas mistéricas de las sociedades constituidas en los albores del nazismo. En este departamento de las SS pertenecía un grupo de desquiciados como, por ejemplo, al ocultista Otto Rahn, uno de sus miembros más destacados, que se tiró toda su vida buscando el Santo Grial», subraya Ayllón.