Que viva la democracia…

El peor de los males lo encontraremos siempre en el pesimismo. Darse por vencido, admitir la derrota antes de que ella se produzca es reconocer anticipadamente lo que en realidad no ha ocurrido. De allí que la perseverancia, el mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado o lo que se desea con fuerza, con pasión, es lo que cuenta si queremos algo en específico.

La campaña electoral en Venezuela avanza y las pautas están siendo marcadas por esa maravillosa dupla conformada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Todo apunta a una victoria contundente del mencionado dúo. Sin embargo, no debemos fiarnos. El refrán popular es categórico, rotundo: “Seguro mató a confianza”. No es suficiente con estar a favor del cambio y anticipar que una significativa mayoría de compatriotas votará a favor del mismo; es indispensable que todos quienes desean que Nicolás Maduro y su séquito sean puestos a un lado cumplan con el sacrosanto deber de ir a votar.

Mas siempre hay un “pero”. ¿Es suficiente con lo anterior? Pues “NO”; allí, precisamente, está el detalle. No perdamos de vista que un amplio sector de los venezolanos que hoy día están desperdigados por todo el mundo no podrá ejercer su derecho al voto. La truhanería del régimen ha hecho acto de presencia y se aseguró de que tan significativo número de votantes esté fuera del juego. Así las cosas, el número de los opositores reales se achica como consecuencia de la tramposa acción.

Lo anterior nos obliga entonces a luchar con más fuerza de lo normal y a no dejar cabos sueltos. Sólo así los venezolanos volveremos a respirar esos aires de libertad que tuvimos en los espléndidos años democráticos, antes de que Hugo Chávez y Nicolás Maduro aparecieran en el mapa político de nuestro país. Así pues,  quienes estamos hastiados por la realidad que nos ha tocado experimentar y vivir con la horrorosa “revolución bonita” tenemos la obligación ineluctable de ir a votar en las elecciones presidenciales del domingo 28 de julio de este 2024.

Sigamos el pregón de Milei, actual presidente de Argentina: “Que viva la democracia, carajo”.

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