Una noche de agosto de 1623, don Gaspar de Bracamonte, camarero del cardenal infante don Fernando, llegó a Palacio con un objeto que iba a revolucionar la corte. Se trataba de
un retrato de Juan de Fonseca, sumiller del rey. Según
Pacheco, «en una hora lo vieron todos los de Palacio, los infantes y el rey, que fue la mayor cualificación que tuvo» (Pacheco, 1649).
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