Tres edificios monumentales destruidos que hoy serían un icono de Madrid
Madrid es una de las ciudades de España con mayor número de edificios y espacios emblemáticos. El Parque del Retiro, el Palacio Real, el Museo Nacional del Prado, la Plaza Mayor, el Templo de Debod o la Catedral de la Almudena son ejemplos vivos del enorme patrimonio artístico y cultural de la capital. Sin embargo, hay otras construcciones que ya no están presentes, pero que en su día fueron igual de emblemáticas y si existieran a día de hoy serían un icono más de Madrid.
La Pagoda de Fisac
La sede de los Laboratorios JORBA, también conocida como La Pagoda, era un edificio ubicado cerca de Avenida de América diseñado por Miguel Fisac, un arquitecto, pintor y urbanista madrileño. Este edificio albergaba los almacenes y dependencias administrativas del laboratorio al que da nombre, pero fue demolido en julio de 1999. La Pagoda fue eliminada del mapa de la capital de una forma bastante polémica y privó a sus ciudadanos de disfrutar de una de las obras arquitectónicas de referencia universal en ese momento.
Real Alcázar de Madrid
Siglos antes de los Laboratorios JORBA, desapareció otro de los monumentos emblemáticos de Madrid: el Real Alcázar. Este estaba ubicado en el mismo sitio en el que hoy está el Palacio Real y era una fortaleza del siglo IX que se fue ampliando con el paso del tiempo. Sin embargo, en la Nochebuena del año 1734, un incendio del que se desconoce aún el origen destruyó la majestuosa obra y, además, se perdieron más de 500 cuadros. Durante el tiempo que fue uno de los edificios más icónicos de Madrid, sirvió de lugar de residencia de la familia real y como sede de la Corte.
La Plaza de Toros de Goya
La Plaza de Toros de Goya fue inaugurada en septiembre de 1874 y también fue conocida como Plaza de Toros de Fuente del Berro. Este monumental edificio de estilo neomudéjar se encontraba ubicado en lo que hoy es el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid y contaba con un ruedo de 60 metros de diámetro. En esta plaza de toros, con una capacidad para casi 15.000 personas, fue el lugar en el que más se disfrutó del toreo, ya que esta actividad gozaba de gran fama en aquella época. A día de hoy, es otro ejemplo más de edificios que fueron destruidos, pero que si siguiesen existiendo serían todo un icono de la capital.