Elementos clave de la transición energética y sus desafíos en México
La transición energética global se caracteriza por un cambio hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles, motivado por la necesidad de mitigar el cambio climático, reducir la dependencia de los combustibles fósiles y mejorar la seguridad energética. Este proceso de transformación tiene varios elementos clave que están siendo tendencia.
Las energías solar y eólica han experimentado un crecimiento exponencial en la última década. La disminución de los costos de producción y la mejora en la eficiencia tecnológica han hecho que estas fuentes de energía sean más competitivas. Según la Agencia Internacional de Energía, se espera que para 2025 la energía renovable represente casi el 30 por ciento de la producción mundial de electricidad.
Adicionalmente, avanza rápidamente la electrificación de sectores tradicionalmente dependientes de los combustibles fósiles, como el transporte. La adopción de vehículos eléctricos está en aumento impulsada por políticas gubernamentales, avances tecnológicos en baterías, expansión de la infraestructura de carga, reducción de precios y un creciente interés de los consumidores en soluciones de movilidad más sostenibles.
El almacenamiento de energía es crucial para la integración de fuentes renovables variables como la solar y la eólica. Las baterías de ion-litio dominan hoy el mercado, pero se están desarrollando otras alternativas prometedoras. El avance en estas tecnologías permitirá un suministro eléctrico más estable y confiable.
La digitalización de la red eléctrica, mediante la implementación de redes inteligentes (smart grids), permite una gestión más eficiente y flexible de la energía. Estas redes integran tecnologías de información y comunicación para monitorizar y optimizar el flujo de electricidad, facilitando la integración de energías renovables y mejorando la resiliencia del sistema energético.
A pesar de las tendencias positivas a nivel global, México enfrenta varios desafíos específicos en su transición energética.
México aún depende en gran medida de los combustibles fósiles, especialmente del gas natural y el petróleo. Esta dependencia complica la transición hacia energías renovables, no solo por cuestiones económicas, sino también por las infraestructuras existentes y las inversiones necesarias para transformarlas.
La incertidumbre regulatoria es uno de los mayores obstáculos para la inversión en energías renovables. La falta de claridad y consistencia en las políticas energéticas dificulta la planificación a largo plazo y desincentiva la inversión en nuevas tecnologías.
La infraestructura energética en nuestro país no está totalmente preparada para la integración masiva de energías renovables. Las redes de transmisión y distribución necesitan modernización y expansión para acomodar la generación distribuida y asegurar la estabilidad del suministro eléctrico.
El acceso a financiamiento es otro reto significativo. Aunque existen fondos internacionales y mecanismos de financiamiento verde, las barreras burocráticas y la percepción de riesgo en el país dificultan el acceso a estos recursos. Esto es especialmente problemático para proyectos de pequeña y mediana escala que pueden tener un impacto significativo en comunidades locales.
La resistencia social y cultural también juega un papel en la transición energética. La adopción de nuevas tecnologías puede enfrentar oposición por parte de comunidades locales, ya sea por falta de información, temor a los cambios o preocupaciones legítimas sobre los impactos ambientales y sociales de ciertos proyectos.
Con una gestión inclusiva y transparente podemos asegurar una transición exitosa hacia un futuro energético sostenible para la siguiente generación de mexicanos.
Raúl Asís Monforte González.
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