La frase iba tirada por el año largo de gestora que ha dirigido los designios de la organización provincial. «Es el momento de normalizar el gobierno de este partido», pronunció Luis Menor durante su primera intervención en el congreso extraordinario de los populares orensanos. Pero se prestaba a interpretación, a un dardo con segundas, al reseteo del PP de Orense, en manos de la saga de los Baltar entre 1991 y 2023. Desde este sábado, Menor ostenta una presidencia provincial que estuvo largo tiempo asociada a una familia, a una manera de hacer política. Todo en este cónclave de los populares de Orense tenía una lectura con retranca. Bastaba empezar por el lema, 'Construyendo un Orense de la gente'. Como si en el pasado hubiera habido un propietario distinto. ¿Un apellido, quizás? Baltar, el elefante en la habitación. Era entendible. Por primera vez en más de tres décadas, la presidencia del PP de Orense no recae en su familia, en José Luis o en su hijo Manuel, que lo sucedió en 2010, primero en lo orgánico y luego en lo institucional, alcanzando la Diputación Provincial. Este sábado Baltar ha ocupado un discreto segundo plano. Tanto Alberto Núñez Feijóo como Alfonso Rueda reconocieron su trayectoria. «Político de raza», «mantuvo al partido en esa posición ganadora», «resultados espectaculares», «un relevo con enorme generosidad». La memoria, no obstante, obliga a regresar precisamente a esa fecha, al 30 de enero de hace catorce años, el congreso de la sucesión que infligió a Feijóo su única derrota interna al frente del PP gallego . Quiso entonces presentar batalla ante el barón orensano –que postulaba a su hijo– con un alcalde afín, Juan Jiménez Morán, y algunos cargos próximos a la dirección regional del PPdeG, que acababa de regresar a la Xunta en 2009 contra todo pronóstico. Ni siquiera ese halo de triunfador sirvió en Orense. Baltar movilizó a su ejército de fieles y exhibió músculo para derrotar en urna al candidato de Feijóo: 62% frente a un 36%. Pero no era una victoria cualquiera. Era un mensaje, una advertencia al líder: Orense era de los Baltar, y no rendían pleitesía ni siquiera al emergente presidente gallego, orensano de nacimiento. El Pazo dos Deportes, este sábado apenas ocupado a medias y con un ambiente desangelado, estaba aquel día lleno hasta la bandera, la tensión se cortaba. «Fue el peor día de mi vida política», reconoce aún hoy Jiménez Morán. Le hicieron sentir como un traidor. Y a Feijoó, como un invasor. Porque enfrentarse a los Baltar no salía gratis. O se estaba con ellos, o se era un enemigo, aunque se compartiera militancia en el partido. Muchos quedaron señalados como desleales. Luego se supo que a aquel congreso el viejo Baltar acudió 'dopado': un juzgado consideró que prevaricó al contratar a 104 personas a dedo desde la Diputación, casualmente días antes del cónclave. El juez instructor estableció una relación clara entre ambos hechos. Cuando llegó la sentencia firme, en 2014, el barón ya estaba jubilado de la política y su hijo había heredado todos sus poderes. Feijóo tomó nota e interiorizó que con Orense era mejor negociar un armisticio, respetarle su espacio. Convivió con Manuel Baltar durante su etapa en Galicia, dejándole gestionar el feudo. Baltar asumió la victoria, pero también las consecuencias: quedaba limitado a la política provincial, se le cerraban las puertas de la Xunta. Nunca fue conselleiro. Y así fue transcurriendo la larga década de Feijóo. Año a año, Orense aparentaba robustez, solidez. La realidad, sin embargo, empezaba a ser otra. Internamente, las murallas del bastión se iban agrietando. El vigor de antaño daba paso a la inercia –que permitía seguir obteniendo buenos resultados en los distintos procesos electorales– y a la rutina, al conformismo, al ir tirando. La falta de pulso se iba filtrando con cuentagotas: el otrora todopoderoso PP orensano era incapaz de ganar alcaldías en cabeceras de comarca o recuperar el bastón de mando de la capital. Solo el rural maquillaba su imagen, que le servía para mantener la Diputación. Y en la última época, ni siquiera. En 2019 se perdió la mayoría absoluta y hubo de pactar con Jácome a cambio de entregarle la alcaldía de Orense, una maldición que hoy continúa. «Cuando hay trabajo y equipo, llegan los resultados», ha apuntado este sábado Rueda en su intervención, «y yo pongo deberes», porque «la política son resultados». Hace mucho que la dirección regional era consciente de que Orense flaqueaba, que faltaba energía. Y sin embargo, Manuel Baltar mantenía sus reflejos. Cuando Feijóo abandonó Galicia en 2022, amagó con presentarse a la sucesión. «Tiene cartas muy malas, pero las sabe manejar muy bien», reconocía un alto dirigente del partido en aquella época. Él no quería candidatarse, sino tener bazas para que se le respetaran sus dominios. De la negociación de la sucesión logró que el exalcalde Manuel Cabezas fuera el candidato a la capital orensana, descartado por Feijóo y Tellado, que no lo creían válido. Alfonso Rueda lo aceptó en aras de que el partido se congregara alrededor de su figura y se aquilatara la imagen de unidad. En 2023, cuando la ola favorable parecía que iba a devolver al PP a la alcaldía capitalina, saltó el escándalo: un radar había cazado a Baltar a 215 km/h por la autovía con un coche de la Diputación. Conducía él. Kriptonita. El punto de inflexión. Las elecciones salieron mal. La 'omertà' se rompió y se verbalizó lo impensable: Baltar era el problema. Primero, en voz baja, luego como reflexión interiorizada. «Errores tenemos todos», le ha disculpado este sábado Rueda, «pero Manuel trabajó con muchos más aciertos que errores; es de justicia un reconocimiento a su trabajo todos estos años». El aludido se puso en pie y recogió una salva de aplausos. Por encargo de Rueda, Paula Prado asumió en otoño de 2023 la dirección de una operación que podía ser traumática y partir en dos el partido –como Baltar padre había amagado con hacer en la última etapa de Fraga–, pero que acabó con un pacto de respeto entre lo viejo y lo nuevo, sin traumas aunque con alguna resistencia inicial. Los 'baltaristas' entendieron pronto que el signo de los tiempos era otro, eran dinosaurios en extinción. A Manuel Baltar primero lo sucedió una gestora con Menor al frente de manera provisional, ahora designado formalmente en el cargo. Como barón interino, Luis Menor, alcalde de Pereiro de Aguiar y presidente de la Diputación, ha logrado vistosos resultados en las últimas elecciones: la provincia más votada de España en las Europeas (51%), y la segunda en las Autonómicas (50%). Porcentajes de otra época, sin los Baltar en la sala de máquinas, con plena sintonía con la dirección regional. Y ha firmado jugadas llamativas como el pacto con el PSOE para gobernar juntos Carballiño. «Al final la marca era más fuerte que el apellido», reconocía un veterano alcalde. Menor exhibe pedigrí. Fue cargo intermedio y director general en la consellería de Rueda. Su carrera en puestos de la administración ha sido siempre a sus órdenes. «Es un compañero leal, trabajador, con sentidiño», lo elogió el presidente de la Xunta. Así que no es descabellado interpretar que Rueda ha vencido donde Feijóo no pudo, catorce años después. Una victoria a la que este sábado nadie quería darle relevancia, como si no tuviera valor, como si 2010 nunca hubiera sucedido y Rueda no fuera el secretario general de Feijóo. Los tiempos son llegados. Y a Baltar lo espera el Supremo para juzgarle por su desliz al volante.