Un Vox quintacolumnista
Todos llevamos dentro una quinta columna"
“Esto lo ha decidido gente que sabe mucho y está por encima”, esa fue la escueta, críptica y jerárquica explicación que Abascal proporcionó a sus propios para decirles que una año después de haber tocado poder lo abandonaban, según informa este sábado El Mundo. Casi se le amotinan. Es una decisión “estratégica” y “meditada desde hace semanas”. Algunos se le descuelgan y siguen con poltrona y paguita. He leído muy interesantes análisis locales de las consecuencias de tamaña decisión en la política española, en la posición de los populares, en la pérdida de argumento de los socialistas. Ni quito ni pongo coma, sin duda veremos las consecuencias, pero eso no me aleja de las mientes la idea fija de que Abascal no ha hecho un movimiento en términos nacionales y de que esta jugada hay que posicionarla en el gran tablero internacional, en el de las gentes de encima que saben mucho o lo pretenden. Y hay que hacerlo porque la consecuencia de ese marco en nuestras vidas de españolitos puede ser tanto o más grave que la que nos toca más de cerca.
Vox ha pasado a integrar la quinta columna en la Unión Europea para acabar con esta desde dentro y, desde luego, la ruptura de sus alianzas con un partido liberal-conservador tradicional hay que situarla en ese marco. El pasado día 5 anunciaron su entrada en el grupo de Orban, el día 8 en rueda de prensa Abascal subrayó sus relaciones estrechas y sólidas “con Trump, Orban, Morawiecki, Netanyahu, Bolsonaro, Milei, Le Pen” y los líderes de la ultraderecha de Austria y Países Bajos; el día 11 habla con su grupo de esa nueva estrategia marcada por “gente que sabe” y al día siguiente rompió sus pactos con el Partido Popular. Es evidente que el nivel de la apuesta y el tipo de jugada ha variado. Los de Abascal se han integrado en Patriotas por Europa, el conglomerado de extrema derecha que se convierte en la tercera fuerza del Europarlamento y cuya argamasa interna es la intención expresada enecientas veces por Orban de desviar o desnaturalizar el actual proyecto europeo desde dentro. Lo mismo ha hecho Marine Le Pen. “Una decisión lógica y astuta”, afirman de un modo u otro los principales expertos europeos en extrema derecha. Una decisión que a los españoles, tan conscientes que somos de que la UE es la última garante de la firmeza de nuestra democracia, debe preocuparnos y mucho. Esto es juego grande y juego peligroso.
“Vamos a influir en las relaciones de fuerza en Europa”, afirmó Bardella al anunciar su incorporación al mismo grupo, que cuenta ya con 84 eurodiputados. A esa apuesta se ha sumado Abascal. Aún no alcanzan en poder a los dos principales grupos europeístas –conservadores y socialdemócratas– pero sí van a poder hacer más ruido, molestar y hasta introducir nuevos temas de debate en la cámara, prerrogativa de los grupos. Así en vez de debatir el montante de la ayuda a Ucrania, podrán derivar el debate a la conveniencia de la propia ayuda o multiplicar las ocasiones en las que se plantee una política de inmigración de puertas cerradas y expulsiones. A la par recibirán un importante montante económico en asignación parlamentaria. La familia tradicional, la demonización de la ecología y los proyectos verdes y la recuperación de soberanía por los estados completan la armazón ideológica de los que quieren destruir lo que tanto bienestar nos ha traído a todos.
Abascal y Vox no podrán volver a negar que son manifiestamente pro Putin. Tal vez esta circunstancia no se aleje de la aparente indiferencia que les produce perder sueldos, o presupuestos si es que otean alguna fuente de financiación más poderosa. Deberíamos estar atentos a eso. Se trata además de una primera etapa, aún no pueden vetar iniciativas porque corresponde a los estados, pero veremos que pasa si en septiembre la ultraderecha austriaca llega al poder y en 2025 lo hace la checa.
Vox ha roto con el PP para no interferir en su posicionamiento con los quintacolumnistas europeos. Su postura va a ser la de ridiculizar y atacar a la derecha tradicional por apoyar los mismos criterios que los socialdemócratas en los que se apoyan para la gobernanza de la UE. Vox no puede presentarse ante ellos como socio de un partido miembro del PPE, no cuadra en la ecuación y como dice Abascal “es una estrategia” a más largo plazo. Esa que ha dejado a Meloni, la que Von der Leyden consideraba como “aceptable”, tirada y sola. Poco importan unas vicepresidencias y unos consejeros si a cambio puedes alinearte con los que crees que serán los dueños del mundo, tal vez los únicos que puedan acompañarle en su sueño húmedo de obtener poder en solitario. Esos son sus delirios y a la par nuestras más graves amenazas.
Pretender que el PP y Vox son lo mismo es del peor argumentario que se le ha ocurrido al Partido Socialista. Quiero decir que hay que tener la razón cegada para no darse cuenta en primer lugar de las diferencias reales y en segundo de la diferencia de posiciones y estrategias en lo nacional y en lo europeo. Ni Feijoo es antieuropeo ni es pro-Putin ni pretende hacer deportaciones masivas de inmigrantes, entre tantas otras cosas. Lo siento, aunque mil veces me repitan el eslogan, mi mente racional, la que sabe lo que sucede en el mundo, no me permite aceptarlo sino como propaganda para muy cafeteros o para muy alejados del mundo.
Desde luego que Vox no ha plantado al PP por la distribución de los menores migrantes en la comunidades. Vox debe llevar semanas buscando una excusa para salir de esos gobiernos y ser aceptable para sus íntimos socios quintacolumnistas. Lo de Canarias sólo le ha servido en bandeja un argumento que no le haga quedar mal con sus votantes. Contra esta quinta columna en Europa, sólo se podrá con los esfuerzos sumados de los dos grandes grupos europeístas en los que se integran PSOE y PP. Lo que vale para Europa vale también para España como ha valido para Francia. Es una falacia que el Nuevo Frente Popular en solitario haya frenado a Bardella: nunca lo hubiera podido hacer si el resto de partidos no se hubieran avenido a retirar sus candidatos allí donde la división de voto favorecía a los ultras y no hubiera surtido efecto si electores de izquierda no hubieran votado candidatos macronistas y electores de centro y derecha no hubieran votado a la izquierda donde correspondía.
No hay un partido ni un frente que sea capaz en solitario de acabar o frenar el avance de esta quinta columna. No lo hay. Solo la suma de los esfuerzos de los partidos constitucionales, europeístas, demócratas conseguirá ese objetivo prioritario. Es una pena que en nuestro país quieran hacer como que no porque no interesa para el electoralismo interno. Hay gente que lo ve, como Juan Lobato, al que espero que no le corten la cabeza por decir lo evidente: que si de verdad se está contra los ultras hay que darse un cierto soporte entre los partidos democráticos para que puedan gobernar sin ellos. Algo que también es cierto en el otro eje ideológico.
El riesgo de la quintacolumna en la que se ha integrado Vox es inapelable. Todos sabemos que nuestra resistencia al maltrato institucional y a las malas decisiones políticas o a las propuestas restrictivas de derechos y libertades, tiene como muro de contención la actual Unión Europea. Si la destruyen, el campo quedará libre para que los fantasmas del pasado recorran de nuevo Europa.