Un hombre vestido de traje impecable pero sin los zapatos protegiendo los pies cojea en cualquier rastro de elegancia. Un hombre muere con las botas puestas cuando las balas o las flechas silban en su derredor porque sólo bien plantado desde los zapatones se logra la dignidad rotunda requerida en esas situaciones dramáticas. Un hombre sin zapatos resulta cómico. Trump conoce la importancia de los zapatos, por eso, incluso en el trance del atentado y antes de levantar el puño exclamando «¡luchad, luchad!» con el rostro crispado por la rabia , en vez de preocuparse por su oreja desmochada y sanguinolenta, le dijo a los escoltas lo de «déjenme coger los zapatos». Sabe que un hombre sin zapatos no es...
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