Imagina que estás en la
antigua Roma, donde las brillantes togas blancas y las coloridas túnicas no se lavan con jabón, sino con... orina. Sí, has leído bien. Antes de que los detergentes modernos facilitaran la limpieza de nuestra ropa, los romanos recurrieron a una solución menos convencional pero efectiva para mantener sus prendas impecables. En las
fullonicae, las lavanderías de la época, se usaba la orina para eliminar las manchas más rebeldes. Este método no solo era práctico, sino que refleja una fascinante combinación de ingenio y necesidad en la
vida cotidiana romana.
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