Cuando
Francisco Zurbarán afirmó,
en su declaración sobre la limpieza de sangre de Velázquez con vistas a la concesión del hábito de la orden de Santiago, que el oficio de pintor no lo había aprendido poniéndose a estudio con otro, sino por su «yngenio y inclinación se dedicó a este exercicio y ocupación...», sin haberse jamás examinado,
mentía de forma palmaria. Si el Consejo de Órdenes
requería ser hidalgo y no haber ejercido en el pasado ni ejercer en el presente oficio vil o mecánico,
Velázquez padecía ambos “achaques”. Otros colegas declararon en paralelo que Velázquez no había «exercitado el arte de pintor teniéndole por oficio, porque nunca tubo tienda ni aparador público ni fue examinado como los demás que lo tienen, que [él] lo a usado por hacer gusto y obedecer a Vuestra Alteza [
Felipe IV] para adorno de su Real Palacio». Sin embargo,
Pareja (ca. 1606/1610-1670), que comenzaría a asistirlo en el obrador en tareas ancilares; también por estas fechas debió de entrar en el taller el pintor de Cuenca, pero de origen asturiano o montañés,
Juan Bautista Martínez del Mazo (1612-1667), quien se convertiría en su yerno en 1633 al casarse con su hija Francisca Velázquez (1619-1653).
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