Hay una fina línea entre hacer una broma y que alguien piense que te estás cachondeando de él. Uno puede ser divertido, sortear con desahogo las meteduras de pata, teniendo un chascarrillo preparado, un gag en el bolsillo. Sin embargo, cuando se abusa del humor, hay veces que además de resultar cargante, acaba por levantar sospechas: ¿Es que no sabe tomarse nada en serio? Las personas que de verdad tienen arte manejan con maestría esas gotitas de age, saben con quien se pueden meter y con quien no, dónde se puede y dónde no. Dosifican la guasa para que no se agrie ni se convierta en insulto. Son conocedores de que no hay peor momento que esa mueca del receptor...
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