Llamada de alerta
Fue una audiencia excepcional. Este lunes 15 de julio se reunieron con el Papa Francisco los religiosos y religiosas de seis congregaciones e institutos de vida consagrada que están celebrando estas semanas en Roma sus capítulos generales para refrescar y renovar su carisma.
Hombres y mujeres pertenecientes a instituciones cuyos orígenes van del siglo XVI al XX, que desempeñan su misión en diversos puntos del planeta y cuya labor abarca la educación, la asistencia humanitaria y social, la evangelización, y la formación de jóvenes y líderes.
Francisco les pidió que recojan el testigo de sus fundadores y fundadoras que –dijo– escribieron «páginas maravillosas de caridad concreta, valentía y creatividad y profecía, gastándose en el cuidado de los débiles, los enfermos, los ancianos y los niños».
Jesuita veterano, Bergoglio conoce bien las acechanzas que pueden sufrir estos hombres y mujeres. Les alertó de dos en concreto: la ambición y la envidia, plagas que impiden leer juntos con sabiduría el presente y captar los «signos de los tiempos», como pedía el Concilio Vaticano II.
Además de con sus palabras el Papa Francisco alentó, uno a uno, a todos los presentes pidiéndole que, como Jesús, lleguen hasta las periferias más marginadas y desfavorecidas de la tierra.
Con la naturalidad que le caracteriza, el pontífice argentino además invitó a los presentes a cuidar la pastoral vocacional. «¿Cuántos novicios o novicias tienen?», lanzó el pontífice nada más empezar su alocución. Sus interlocutores correspondieron dando algunas cifras. «¿Y cómo lo hacen?», bromeó, para, a renglón seguido, lanzarles un desafío: «Tenemos que duplicar los números».