Bartolomé Valle Buenestado (Villanueva de Córdoba, 1951) ocupa desde hace dos semanas la Presidencia de la Real Academia de Ciencias , Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, la institución más antigua de la provincia, fundada en noviembre de 1810. Tras una larga trayectoria como catedrático universitario e investigador , asume este nuevo reto con importantes objetivos como lograr al fin que la bicentenaria institución pueda volver a su sede tras largos años de diáspora o lograr una mayor apertura a la sociedad y a la cultura contemporánea. -Tras una larga vida intelectual, ¿qué le movió a involucrarse en esta aventura que tanto tiempo requiere? -Es una opción que surgió de una forma impensada, pero que en un determinado momento nació en un grupo de académicos que aspirábamos a una renovación tanto en formas como en contenidos o en el deseo de contextualización en los tiempos modernos . Iba en el sentido de romper una inercia que era muy continuista en la Academia, ya que hacía mucho tiempo que no se presentaba una candidatura alternativa a las que venían dimanando de las juntas rectoras preexistentes. Nuestra candidatura tenía claras dos cosas. La primera, un gran respeto a la herencia, pues la Real Academia tiene un patrimonio importantísimo labrado por la actividad de los académicos que han existido y de las juntas rectoras anteriores y la saliente; la segunda, que hay que armonizar ese respeto por el pasado con el deseo de futuro, de manera que de un modo respetuoso y tranquilo podemos seguir avanzando. -El objetivo prioritario de la Academia entiendo que es el mismo de los últimos años: regresar a la sede histórica de Ambrosio de Morales. ¿Qué expectativas hay? -Lo de la sede es un problema tremendo. Estamos muy agradecidos a la Universidad porque nos ha acogido en esta itinerancia tan larga y desesperante, pero en realidad no puede haber contenido sin un continente. La restauración y restitución de la sede de la Academia es algo que clama al cielo. Primero porque es una necesidad de la propia institución, pero también porque si la Academia es un patrimonio colectivo de Córdoba, pues la propia sociedad cordobesa debería tener a gala, al igual que ocurre en la inmensa mayoría de las ciudades españolas, que el municipio o la ciudad provea de una sede a la institución en el sentido de que es suya, algo propio. En el caso de Córdoba, no se puede olvidar que la Real Academia es la institución más antigua de la provincia, anterior incluso a los Ayuntamientos. La labor que ha hecho a lo largo de más de 200 años es importantísima y eso requiere que pueda disponer de una sede digna y en condiciones, que será un beneficio para la Academia pero también para la propia sociedad. Ahora estamos pendientes de tener una reunión con el Ayuntamiento y la Diputación para analizar la situación en la que se encuentra esta inversión. -La sede será un elemento fundamental de lo que hoy se denomina el eje cultural que se vertebra en torno a Ambrosio de Morales. -La cultura tiene unos referentes espaciales y si tenemos en cuenta la ubicación que tiene la sede de la Academia, pese a su actual estado lamentable, se ve claro que se encuentra en uno de los ejes más interesantes del patrimonio de Córdoba, el que va desde Claudio Marcelo hasta la calle Ambrosio de Morales con el Teatro Cómico y la Fundación Antonio Gala y la plaza Jerónimo Páez con el Museo Arqueológico . La Real Academia debe de ser un pulmón de ese eje importantísimo, y para eso es preciso entender la institución no como algo cerrado en sí mismo, sino como lo que realmente es: una sociedad científica, cultural y artística que tiene que ser al mismo tiempo faro de cuanta luz recibe pero también crisol de cuanta iniciativa llegue y se pueda fundir. Ese da la paradoja de que la Academia se puede percibir como algo cerrado cuando en realidad es la más abierta, la que más puede ofrecer de la sociedad en términos genéricos. Por eso yo animo a toda la sociedad cordobesa a que acuda a las sesiones públicas de los jueves de la Academia y que nos hagan partícipes de sus iniciativas. -Un problema derivado de la falta de sede ha sido la dispersión del patrimonio artístico o bibliográfico. ¿En qué situación se encuentra todo ese material? -Tenemos un patrimonio muy importante, acumulado durante muchísimo tiempo y que se encuentra bien catalogado y custodiado. Ahora mismo se encuentra disperso, en buena custodia, pero en distintas ubicaciones. Agradecemos muchísimo a las instituciones que nos están acogiendo o que nos ha ayudado a catalogar el material, pero esta dispersión no conviene en absoluto. Reunir de nuevo todo ese patrimonio disperso es otra de las razones que convierten en algo urgente tener nuestra propia sede. -Pese a las dificultades, la Academia ha conseguido mantener un alto nivel de actividades y convenios importantes como el que existe en Cajasol para exposiciones. ¿Qué cambios quieren introducir en la programación? -Como líneas generales se puede avanzar que nuestra intención es potenciar las sesiones de los jueves, con temas atractivos y en las que se incluyan los discursos de ingreso de los nuevos académicos, pero también conferencias, comunicaciones y actividades complementarias que puedan llegar a través de académicos, de convenios con otras instituciones o de la Universidad. Todo eso debe estar regido por la excelencia y es importante no caer en la banalización. Es decir, con una exigencia alta y con el objetivo de que sean de un interés cultural o artístico general. En el campo de las publicaciones queremos potenciar el Boletín, que es la joya de la corona con sus cien años de vida, y nos gustaría ampliar los canales de comunicación a otras escalas, como las redes sociales, en la prensa o quizá con la publicación de una revista. Es importante que la sociedad sepa lo que hacemos. -La Academia creo que se ha sentido siempre más cómoda al abordar la cultura histórica que la más actual y contemporánea. ¿Qué papel debe jugar la institución con la cultura y el arte de su tiempo? -Cualquier institución tiene que ser producto de su tiempo y tiene que ayudar a que la sociedad se materialice en cuanto a los ideales de cada momento. Es cierto que la Academia ha tenido en ocasiones la tendencia de mirarse en el espejo retrovisor , y hacer del día a día una proyección del pasado. Siguiendo el símil del automóvil, es cierto que no se puede conducir sin mirar el retrovisor, pero mucho menos aún sin mirar al parabrisas, hacia adelante, porque eso es el futuro. La Academia debe ser un reflejo de la sociedad actual, una esponja del presente, y una catapulta de los valores universalmente aceptados, del futuro. -¿Qué situación económica tiene la Academia para afrontar todos estos retos tan importantes? -La Real Academia está en una situación de pobreza y de dependencia. Tenemos poco dinero y el que tenemos procede en buena parte de instituciones por la vía de subvenciones, a las que estamos muy agradecidos. Luego tenemos una pequeña aportación por parte de la cuota de académicos y otra aportación que llega a través de la Fundación Pro Real Academia . Esta idea de la Fundación creo que ha sido un gran acierto de la junta rectora anterior, pero se encuentra en una situación todavía insuficiente. Mi intención es que tenga un protagonismo mucho mayor y tenemos que impulsarla, con un patronato que incluya personalidades importantes del mundo intelectual, representación de la empresa y de las instituciones y de la sociedad. En la provincia de Córdoba hay capital económico, intelectual e institucional y necesitamos integrar esos vectores. -La última entrada de académicos, en el que casi medio centenar de personas adquirieron tal condición, suscitó debate interno y también comentarios externos. ¿Qué se piensa hacer para regular ese acceso? -El ingreso de académicos del pasado mayo, con un número del que no había precedentes, causó extrañeza en la sociedad y en la propia Academia. Sin desmerecer a nadie, creo que ha sido una decisión no plenamente satisfactoria. En el futuro hay que definir criterios vinculados siempre, como no puede ser otro modo, a la capacidad y el mérito . Necesitamos académicos que lo sean y no que sólo estén por mor de un nombramiento. Mi sensación personal es que la participación en la Academia de sus miembros es inferior a la deseable, por eso mismo quiero hacer un llamamiento para que participen en las sesiones. Estamos en una sociedad científica, cultural y artística en la que todos los miembros tenemos que dar lo mejor. No se trata de ser espectadores ni de ocupar un sillón, sino de ser protagonistas.
