Torruco, un florero demasiado costoso
Después de 21 nombramientos que ha hecho Claudia Sheinbaum para integrar su gabinete y su primer círculo de colaboradores, se han generado positivas expectativas por el perfil profesional y expertis de ellos, aunque no prevalece de todos esta percepción, porque a algunos los impuso la mano negra de AMLO.
En el entendido que se trata de un gabinete de transición y que después de algunos meses se ajustará, observamos una composición interesante en cuanto a la edad de los seleccionados, en donde el de más edad, David Kershenobich Stalnikowitz, 82 años, contrasta notablemente con Josefina Rodríguez Zamora, con apenas 35 años y en el entendido que la edad no tiene nada que ver con la capacidad y eficacia, pues resulta interesante esa conformación del gabinete en donde prevalece la equidad de género, ya que, en términos generales, está integrado por el mismo número de mujeres y hombres.
Llama la atención la calificación que les otorga el presidente López Obrador a los miembros de su gabinete que no incorporó al equipo de trabajo de la doctora, como, por ejemplo, Miguel Torruco, de Sectur, quien se encargó de darle la puntilla a esta dependencia, al dejar solos a los gobiernos estatales y sobre todo a los “privados”, quienes tuvieron que rascarse con sus uñas para mantener a flote sus negocios y en general a la industria turística.
Los macroindicadores económicos y de flujo de visitantes que se tienen en 2023 se deben al sector privado y a algunos gobernadores, porque el gobierno federal fue omiso.
La desaparición del Consejo de Promoción Turística de México fue un pésimo arranque para el sector, toda vez que este recurso se usaba para promover el producto turístico mexicano en el extranjero y por supuesto en el mercado nacional, al carecer de este fondeo permanente y sistemático por el DUA, pues se alejaron miles de turistas que buscaron otras alternativas en el escenario mundial.
Luego vino la pandemia y todo se complicó, a tal nivel que tuvieron que pasar cuatro años más para recobrar el nivel de visitantes extranjeros y el de divisas que se tenían en 2019.
Torruco no solo fue un florero, sino que complicó al sector por decisiones políticas partidistas, en lugar de privilegiar los intereses del país con respaldar a los prestadores de servicios turísticos.
Los Pueblos Mágicos dejaron de ser una divisa que le daba confiabilidad a los sitios que tienen este galardón, para convertirse en un botín político de los presidentes municipales que ahora tienen voto de calidad en los consejos de dirección de estos, cuando en el pasado eran los propios turisteros los que tomaban las decisiones más adecuadas para desplegar un turismo sustentable en favor de las comunidades y del propio destino.
La presencia de México en las ferias internacionales fue propia de un país bananero y no de uno que estaba entre los 12 primeros destinos del orbe.
La desaparición de Fonatur ha sido otro yerro mayúsculo de Torruco, que ha dejado sin los recursos presupuestales federales a los Centros Integralmente Planeados (CIP), que nada menos son Cancún, Los Cabos, Huatulco, Ixtapa, Zihuatanejo, Loreto, Bahía de Banderas y Playa Espíritu, entre otros.
Se les derivaron a los estados responsabilidades contenidas en un plan de maestro de desarrollo federal a largo plazo que considera de forma integral los aspectos turísticos, urbanos, ambientales, sociales y económicos que requieren acciones de dotación e implementación de infraestructura regional, pero sin ningún centavo de presupuesto federal; entonces, estimado lector, ya se imaginará el deterioro urbano y de infraestructura que sufrirán algunos de esos sitios de playa.
Por fortuna, hay estados de la República que han sido muy proactivos para superar las malas decisiones que tomó el gobierno federal, por ejemplo, en Quintana Roo, donde crearon su propio Consejo de Promoción Turística, organismo que ha permitido colocar a Cancún y a toda la Riviera Maya en las preferencias de los turistas nacionales y extranjeros.
Los cuatro aeropuertos de esta entidad reciben más vuelos que las dos terminales aéreas de la CDMX, y qué decir de las más de 150 mil habitaciones de hotel que tiene, lo que la convierte en el principal estado en este rubro.
La Sectur está a punto de desaparecer, y ahora con el nuevo gobierno, parece ser que le dará la prioridad que debe tener, en razón de los cerca de 30 mil millones de dólares que genera anualmente la llamada industria sin chimeneas.
El nombramiento de Josefina Rodríguez representa la oportunidad de recobrar la relevancia que tiene el gobierno federal en esta actividad y, sobre todo, por su experiencia al frente de la Secretaría de Turismo de Tlaxcala, ya que ella padeció en carne propia el desdén de Torruco por el nulo apoyo que brindó a las entidades.
Al pusilánime Torruco lo acompañaron las cúpulas empresariales de turismo en su mediocridad y temor, ya que nunca alzaron la voz para impedir la desaparición del CPTM ni de Fonatur. Al contrario, aplaudieron todo lo que venía del gobierno de López Obrador, aunque esto significará irse al matadero.