La avaricia rompe el saco - Botis Torrado
Termina este Tour y no me gusta lo que he visto.
Por afición, y sobre todo por amor, este año he visto mucho más ciclismo femenino y he visto CICLISMO, quizás porque todavía no es un deporte tan encorsetado y tan exprimido en el máximo nivel, es un deporte más abierto y divertido para el observador curioso que busca entender y disfrutar con los entresijos y los “por qués” de cuanto acontece. Como contraposición en dos de las grandes clásicas masculinas lo que hemos podido ver durante la retransmisión han sido imágenes de sendos corredores en bicicleta, y punto. Las imágenes que quedan para el recuerdo de París - Roubaix y Strade Bianche son fotos y vídeos de Van der Poel y Pogacar rodando “majestuosos e imperiales” sobre sus bicicletas, para gloria de los estudios biomecánicos que se afanaban aquellas semanas en compartir imágenes con gráficos superpuestos para mostrar lo “bien sentados” que van los profesionales y para salvaguarda de las articulaciones de los cicloturistas.
Llegaba la hora de las grandes vueltas y el panorama cambiaba en el pelotón World Tour donde el equipo de los Emiratos Árabes se ha paseado triunfal por Italia y Francia, con 6 + 6 etapas para Tadej. Introduzco ya aquí que vanagloriarse de las victorias con un portento físico natural como el de Pogacar en estado de gracia es pretender apoderarse de la grandeza de Dios, y quien crea que la superioridad del esloveno es fruto de haber trabajado más o mejor que el último de los atletas de estas dos vueltas será por iluso o por fanático.
Ya desde los tiempos del Sky de Brailsford hemos vivido cierto cambio. Los británicos tenían ya la capacidad de pasar el rodillo asfixiando a los rivales para que su jefe de filas rematase la clasificación general.
La ambición es comprensible en un jovenzuelo inmaduro y extrovertido como Tadej Pogacar, podrá el lector comprender perfectamente lo que digo, al fin y al cabo la avaricia es uno de los 7 pecados capitales y todos nos hemos sentido tentados alguna vez por ella. Pero si somos capaces de dejar de lado el fanatismo (a favor o en contra de la figura de Pogacar) podremos pararnos a pensar en muchos otros intereses en juego aquí. Nunca, nunca lo vemos en las retransmisiones, sólo escuchamos más tarde a los comentaristas lo rápido que se ha ido y la lucha que ha habido hasta que se ha formado una fuga, y finalmente esta se “consiente” porque los equipos con más capacidad dicen “nos vale”. Este “nos vale” no significa “nos rendimos”, ni “vamos a dejarles ganar”; este “nos vale” significa que comprendemos que esa es su carrera, que hay equipos con sprinters que juegan sus bazas en las llegadas masivas, hay equipos con corredores y estructura para hacer una buena general y hay equipos cuyas opciones pasan por el valor y el coraje de esos aventureros amantes del dolor que son capaces de intentarlo día tras día hasta el fin. Es un delicado equilibrio en el que cada uno juega sus cartas para ganarse su jornal, que no se permita la llegada de una fuga desequilibra este delicado sistema… no seamos ilusos de nuevo, no estoy hablando aquí de los sueldos millonarios de los grandes corredores, cualquiera de los equipos presentes en estas vueltas cuenta con una estructura humana que probablemente nos sea difícil de imaginar desde fuera, todos ellos dependen de la continuidad de sus respectivos equipos, de los contratos que renegocian los patrocinadores al concluir la temporada; y los patrocinadores ponen dinero para ver sus “logos en la prensa”. Las condiciones de mucha gente dependen de aquel delicado equilibrio y hay leyes en el ciclismo que no están escritas en ningún sitio, pero los dioses del ciclismo se cobran su precio.
“Los récords están para romperlos” y “el corre para ganar, mira como hacía Merckx”. No quiero centrar mis palabras en Pogacar porque, además de ser un chaval con carisma, las carreras se plantean desde un coche y se corren en equipo. Pero no debemos olvidar que los tiempos han cambiado, y mucho. Los premios que cosechaba el Caníbal eran el pan de sus compañeros y gregarios en un tiempo donde aún tenía vigencia la expresión “les forçats de la route”, expresión que tanto le gusta repetir a Javier Ares en cada retransmisión pero que adolece de un importante error en la traducción del artículo original de Albert Londres, ya que las palabras de Pélissier no deben traducirse literalmente como “esforzados” sino como “esclavos de la ruta”.
Probablemente me estoy haciendo mayor y me sienta como Les Luthiers cuando componían “Los jóvenes de hoy en día”, pero no lo entiendo. Y me resulta imposible entender ni respetar lo acontecido en la etapa 20 en las rampas del Col de la Couillole. Ir a rueda y atacar al final es una actitud cobarde y reprochable, así lo ha sido siempre y así es. Aunque Vingegaard se empeñara en decir tras la etapa que quizás él hubiese hecho lo mismo, el día anterior no lo hizo con Remco en su duelo particular camino de Isola 2000. Siempre ha sido una actitud cobarde y reprochable, lo sabrá el lector que tenga cierta edad y recuerde cómo sentó en España la actitud de Leblanc con Miguel en Hautacam y muy especialmente el aficionado gallego con lo que hizo Contador a Eze Mosquera en Fuentes de Invierno... es cobarde y reprochable y lo seguirá siendo… o no, porque me hago mayor, y al fin y al cabo si algo nos ha enseñado más de un siglo de ciclismo es que la carretera acaba poniendo a cada uno en su lugar, incluido un servidor.