De las olas, de las mareas y de las corrientes marinas también se puede obtener electricidad. Son las energías oceánicas. Y no se trata de tecnologías incipientes que se estén investigando en laboratorio. Por el contrario, asistimos al nacimiento de una nueva industria que ya está ensayando sus prototipos en plataformas y entornos reales. Incluso, en breve veremos los primeros parques comerciales como los que tiene previsto instalar frente a las costas de Gales y Escocia la empresa española Magallanes Renovables . Posiblemente serán las primeras plantas del mundo que aprovechen la energía de las corrientes de marea para generar electricidad. Las oceánicas son un sector emergente que empieza a despertar interés. A nivel mundial, la Agencia Internacional de las Energías Renovables (Irena) estima que la capacidad total instalada con estas tecnologías es de 535 MW y que podría llegar a 10 GW en 2030, cifras desde luego que resultan insignificantes si se compara con otras renovables. Por ejemplo, solo en España la eólica alcanza los 30.000 MW. Sin embargo, hay señales de que empieza a cambiar de rumbo. De hecho, según la Ocean Energy Europe (OEE), que engloba a más de 120 organizaciones europeas (empresas, centros de investigación..), en 2023 las energías oceánicas han recibido un empujón. Sus datos recogen que en los próximos cinco años se instalarán en el Viejo Continente 137 MW en proyectos de energía mareomotriz (de las mareas) y undimotriz (de las olas) gracias a los programas de financiación de la UE y el apoyo que comienzan a recibir de diferentes países. Desde 2010, estas tecnologías han llegado a poco más de 43 MW de potencia instalada. El Reino Unido está liderando esta carrera en Europa. Ha realizando una fuerte apuesta por los parques mareomotrices, con sucesivas subastas anuales (desde hace tres años) y el establecimiento de tarifas por kWh generado. Y Francia también quiere seguir esa estela con la puesta en marcha de su primera instalación con esta tecnología en el Canal de la Mancha para 2026. El proyecto FloWatt, financiado con 65 millones de euros por el Gobierno galo, será una granja piloto con 17,5 MW de potencia. No en vano, la OEE estima que las energías oceánicas podrían proporcionar el 10% de las necesidades actuales de electricidad en el Viejo Continente para 2050, lo que equivale al abastecimiento eléctrico de 94 millones de hogares al año. Por ahora, la Estrategia de Energía Renovable Marina de la UE pretende alcanzar los 40 GW para 2050, aunque el objetivo es mucho mayor para la eólica offshore, hasta 300 GW. España no está nada mal posicionada para situarse en este mercado. «Tenemos tecnología, conocimiento e industria. Tenemos empresas interesadas, plataformas de ensayo y recurso», afirma José Luis Villate, director de Renovables y Eficiencia Térmica del centro tecnológico Tecnalia. Contamos con la gran experiencia de una potente industria naval y eólica (somos quinta potencia mundial), sectores que constituyen la base para el desarrollo de las energías oceánicas. Y somos el país de la UE con más instalaciones para seguir investigando y desarrollando tecnología para aprovechar estas fuentes de energía marinas. Entre ellas, la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan), la Plataforma de Energía Marina de Vizcaya (BiMEP), el gran tanque de Ingeniería Marítima de Cantabria o la Zona Experimental de Aprovechamiento de Energías Marinas de Punta Langosteira (La Coruña), el segundo banco de pruebas más grande del mundo para las tecnologías oceánicas. Quizá por todas esas fortalezas, contamos con la central undimotriz de Mutriku (Guipúzcoa) desde 2011 que es la primera instalación de olas en Europa que comercializa la energía que genera. En nuestro país no se han convocado subastas que ofertar a esta industria, como lo ha hecho Reino Unido, pero ya existe la «Hoja de Ruta para el desarrollo de la eólica marina y las energías del mar». El objetivo para 2030 –revisable en el 2025– es conseguir 60 MW para las últimas. Cierto es que parece una meta poco ambiciosa frente a los 3 GW que se han marcado para la eólica marina flotante. Además, hay un programa de ayudas con un presupuesto de 240 millones para financiar proyectos piloto y plataformas de ensayo para renovables marinas (incluyendo la eólica offshore). En la primera convocatoria del año pasado, 148 millones de euros han subvencionado 22 proyectos, siete de ellos eran nuevas tecnologías para obtener energías de las olas. «Este es el recurso que más tenemos en todas las demarcaciones marítimas del país, sobre todo en la costa cantábrica, especialmente en Galicia, y en la vertiente norte de las islas Canarias», indica Pedro Mayorga, presidente de la patronal Appa Marina. Pero ocurre que la undimotriz no es precisamente la más madura entre las oceánicas. «Estamos en un momento de diversidad tecnológica», cuenta José Luis Villate. «No hay una forma de aprovechamiento de la energía de las olas definitiva por la que apostar -añade-. Hay unas mil patentes en el mundo y decenas de conceptos diferentes de aprovechamiento. Ninguno ha demostrado ser mejor que otro. Es necesario una convergencia tecnológica para que las mejores soluciones avancen y demuestren que son competitivas y fiables. Sin embargo, en energía de las corrientes estamos viendo ya los primeros parques comerciales porque la tecnología está clara». Las zonas con mayor potencia de corrientes marinas en España se circunscriben al Estrecho de Gibraltar y ciertas zonas de Galicia, donde se alcanzan las velocidades necesarias para que funcionen estos dispositivos. «Se podría hacer una explotación limitada, porque en el caso del Estrecho se plantean algunas dificultades ya que es una zona donde ya existen otras actividades: transporte marítimo, tráfico de todo tipo de embarcaciones, turismo, paso de especies migratorias entre Atlántico y Mediterráneo...», apunta Mayorga. Estamos hablando de tecnologías que se van a instalar en un medio muy hostil como es el mar. De las dificultades que ello entraña da cuenta Villate: «El principal reto de la energía de las olas y de las corrientes -dice- es el medio en el que se encuentran. Para aprovechar el recurso estos dispositivos se sitúan en lugares de mucho oleaje. La sal corroe los materiales y los dispositivos se fatigan, pueden sufrir roturas porque están sometidos a movimientos constantes de fuerzas las 24 horas durante los 7 días de la semana. Hay que diseñarlos muy bien para que funcionen 20 años». Aún con todos estos desafíos por delante, las energías oceánicas, sobre todo de las olas y de las corrientes, van a ocupar su lugar a largo plazo en el mix energético del futuro junto a otras renovables. «Durante su desarrollo es posible que aparezcan asociadas a aplicaciones nicho para generar negocio: para descarbonizar un puerto, zonas aisladas o remotas, o lugares sin viento o sin recurso solar. No hay que olvidar que la fotovoltaica se empezó a instalar en satélites y zonas remotas. Era cara pero daba un servicio», destaca Villate. «Cuando una tecnología es incipiente y empieza a ser robusta, la aplicación que tiene más sentido son mercados nichos, por ejemplo en zonas donde no hay otra energía renovable que pueda competir con ella, o zonas con muy poco espacio disponible... Por ejemplo, islas o plantas de acuicultura. Mercados pequeños que permiten que la tecnología aumente su fiabilidad, reduzca costes y que tienen un tamaño apropiado para la explotación y el arranque de esa nueva tecnología», también considera Mayorga. Uno de los proyectos más avanzados y que verá la luz a nivel comercial a partir de 2026 lo ha desarrollado la empresa gallega Magallanes Renovables. Instalará dos parques en Gales y Escocia, respectivamente, que aprovecharán la energía de las corrientes de las mareas para generar electricidad. «En Gales nos adjudicamos una planta de 6 MW que tendrá cuatro de nuestras plataformas. Y recibiremos una tarifa de unos 300 euros por MWh generado. En Escocia son 4,5 MW y tres plataformas. Los proyectos superan el 15% de rentabilidad. El Reino Unido se ha dado cuenta de las bondades de la energía mareomotriz y de la necesidad que tienen en su sistema energético de diversificar sus renovables. Han creado una subasta solo para mareomotriz con su propio presupuesto y donde competimos únicamente desarrolladores de esta tecnología que es 100% renovable, totalmente predecible durante años y más económica que instalar baterías», cuenta Alejandro Márquez, CEO de Magallanes Renovables. La plataforma de esta empresa mide 42 metros de eslora y 25 metros de calado y ha sido desarrollada a lo largo de quince años. «Es una plataforma flotante con dos rotores, que está anclada al lecho marino y no se mueve. La corriente de la marea mueve los rotores al igual que ocurre con un aerogenerador y generan electricidad», explica Márquez. Lo que aprovecha esta tecnología son las corrientes que forman las mareas al pasar por canales o entre islas. Para llegar a la versión comercial ATIR 2.0, se probó un prototipo durante cinco años en las costas de Escocia. «El modelo comercial ya está diseñado y certificado por Bureau Veritas y es la primera plataforma mareomotriz del mundo verificada», asegura Márquez. La idea es que toda la fabricación se realice en España «contando con nuestra industria naval, localizada fundamentalmente en Galicia», dice. El Clúster Marítimo de las Islas Baleares está impulsando la startup ROE para implantar las energías oceánicas en el archipiélago. «Los parques eólicos marinos necesitan mucho más espacio para producir energía, tienen menos predicción (solo siete horas antes puedes planificar la gestión energética), el impacto visual es grande frente a una playa u hotel donde el turista quiere ver una puesta de sol, el mar o un velero; los costes de instalación y mantenimiento son muy elevados, e impactan sobre la pesca, la náutica... En el Mediterráneo la eólica offshore no es viable, son dispositivos muy grandes que van bien en el Atlántico y Cantábrico. Por eso la energía undimotriz es lo mejor para Baleares», explica Iolanda Piedra, presidenta del Consejo asesor de ROE. Esta startup desarrolla un prototipo para obtener energía de las olas, incluso una futura granja de pequeñas turbinas, para instalar en los diques de los puertos. «Tiene que ser dispositivos pequeños para que no interfieran en el desarrollo de nuestras regiones mediterráneas. El dispositivo se está probando en laboratorio para pasarlo a un nivel comercial. Queremos construir prototipos para colocar en un entorno real, en algún puerto del Mediterráneo», indica Iolanda Piedra. La startup vasca Arrecife System también ha desarrollado un equipo que probó con éxito durante unos dos meses en la plataforma BiMEP, la zona de ensayos en mar abierto para la demostración y validación de tecnologías marinas de Vizcaya. «Es un sistema flotante con turbinas de acción directa que giran directamente por la ola y mueven un aerogenerador eléctricos», detalla Iñigo Dorio, fundador de Arrecife System. «Queremos imitar el comportamiento de un arrecife de coral donde rompen las olas en poco espacio de tiempo y el coral aprovecha esa energía», detalla. Ahora buscan financiación para fabricar un prototipo que testar en el mar. «La financiación es lo que mata a cualquier empresa de nuestro sector. No son innovaciones baratas sino de millones de euros. Cada fallo, prueba o avance se paga muy caro. Las olas tienen mucho potencial porque tienen mucha concentración de energía y hay olas constantemente. La incógnita está en cómo hacer que el sistema sea rentable y eficiente», indica Dorio. Por ese camino avanza este puñado de empresas e iniciativas, una incipiente industria para sacar todo el partido a las energías oceánicas, llamadas a cumplir su papel en el mix energético del futuro.