Estefanía de Mónaco: la princesa necesitada de cariño que se refugió en la música
Algunos poco avisados consideran al Principado de Mónaco un principado de opereta. Es desconocer la interesantísima historia de ese pequeño territorio, del que son señores los Grimaldi desde 1297, y que ha conseguido sobrevivir como Estado soberano a través de mil vicisitudes y trabas. Eso, ya de por sí, merecería respeto y hasta loa. Su envidiable nivel de vida es una de las causas de esos comentarios maledicentes. Sus príncipes tienen el tratamiento de Alteza Serenísima y son parientes de buena parte de la realeza europea a través de una de sus antepasadas comunes, Su Alteza Gran Ducal la princesa María Amelia de Baden, duquesa de Hamilton por matrimonio, hija del gran duque Carlos II de Baden.
María Amelia fue tatarabuela de la princesa Estefanía de Mónaco que lleva el nombre de pila de la madre de aquella, Estefanía de Beauharnais, gran duquesa de Baden e hija adoptiva de Napoleón Bonaparte.
Una de las evasiones de Estefanía de Mónaco fue la música. Y no sólo escucharla sino interpretarla. Antiguamente muchos príncipes eran mecenas de músicos y compositores y –en ocasiones– ellos mismos se dedicaban a la creación e interpretación musical.
Por citar sólo algunos ejemplos, en Dinamarca, Federico IX era director de orquesta, el príncipe Enrique –marido de Margarita II– tocaba el piano y hace pocos años la condesa Alejandra de Frederiksborg, ex esposa del príncipe Joaquín de Dinamarca, lanzó su primer single, «Wash Me Away», grabado en beneficio de la organización Star Ford Life, dedicada a ayudar a niños africanos en situación de pobreza; en Francia, Luis XIV interpretó el papel de Apolo en el Ballet de la Nuit, de Lully; en Inglaterra, Enrique VIII componía y era un buen intérprete de diversos teclados, cuerdas e instrumentos de viento, e incluso hay una imagen suya tocando su arpa. Isabel I y María I tocaban el clavecín, la reina Victoria y su marido Alberto, el órgano, Eduardo VII el banjo, Eduardo VIII la batería y Carlos III el violoncelo; en Portugal Juan VI era un notable músico; en Austria, Hieronymus Joseph Franz de Paula, conde Colloredo von Wallsee und Melz, príncipe-arzobispo de Salzburgo, tocaba el violín en la orquesta de su propia corte; en Bohemia, el príncipe Joseph Franz de Lobkowicz tocaba el violín y el violoncello y cantaba con buena voz de bajo; en Prusia, Federico II componía y tocaba la flauta, su sobrino el príncipe Luis Fernando también, lo mismo que la princesa Filipina Carlota, duquesa de Brunswick-Wolfenbüttel; en España, la reina Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VII, tocaba el clave; y en Japón el emperador Naruhito toca la viola.
Entre estos ejemplos podemos añadir que la princesa Estefanía sorprendió a muchos en los años ochenta al sacar su disco «Ouragan», grabado con su solo nombre de pila, «Stephanie» –que fue como se denominó su segundo álbum– y hasta participando en el «Dangerous» de Michael Jackson, en la canción «In the Closet». La letra de «Ouragan», cantada con un aire de inocencia traviesa, decía que «comme un ouragan, la tempête en moi, a balayé le passé» y quizás eso es lo que deseaba la princesa: olvidar ese pasado desgarrador de la muerte de su madre. Ese primer álbum musical, de sólo dos publicados, aparecido en 1986, se denominaba «Besoin», necesidad.
¿Sabía lo que necesitaba? Probablemente el amor, como todos, que ella buscaba en su juventud trepidante y repleta de «flirts», desde Paul Belmondo, Anthony Delon o Rob Lowe hasta el habido con su guardaespaldas Daniel Ducruet, que se convirtió en su esposo después de haber procreado a sus hijos Louis y Pauline. Luego tendría con Jean Raymond Gottlieb otra hija, [[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/lifestyle/gente/las-it-princess-son-las-reinas-EC11759397/|||Camille, convertida en «influencer» ]] con una buena causa: la lucha contra la conducción bajo los efectos del alcohol.
En esa búsqueda del cariño que llena, tuvo una breve relación con el entrenador de elefantes Franco Knie para casar poco después con el acróbata de circo Adans Lopez Peres, del que se divorció un año más tarde. Desde entonces, su afán ha sido, además de sus hijos, la lucha contra el VIH, la defensa de la infancia y la promoción de la vida artística, especialmente circense y teatral. Buen propósito para volcar su energía en algo positivo y útil para la humanidad.
Tercera de tres hermanos, quizás el peor momento de su vida fue en septiembre de 1982. Ella y su madre tuvieron un accidente de automóvil. Al día siguiente fallecía Gracia de Mónaco causando un dolor muy duradero a todos los monegascos. Estefanía nunca se recuperó del todo.