Uno de cada cuatro gerentes argentinos podría tentarse con cometer fraude para cobrar bonos
Con el objetivo de atraer cada vez más inversiones extranjeras, la gestión de Javier Milei inició un proceso de cambio económico en la Argentina. En este contexto, los índices de confianza e integridad corporativa se vuelven indispensables para promover la llegada de compañías del exterior.
No obstante, según una encuesta global que realizó la consultora EY, el 25% de los gerentes argentinos están dispuestos a comportarse de forma poco ética en uno o varios aspectos para mejorar su carrera o posición financiera. Esto afecta de manera directa la integridad y la confianza corporativa.
La integridad, en el ámbito corporativo, es la posibilidad de generar valor sostenido en el tiempo. En ocasiones, "esta se pone en juego para lograr resultados en el corto plazo, lo que, consecuentemente, imposibilita a las empresas de ser sostenibles en el tiempo", sostuvo Rafael Huamán, socio y líder de la Práctica de Integridad Corporativa, Cumplimiento e Investigación Forense para LATAM de EY.
Entre las acciones que los encuestados estarían dispuestos a realizar a cambio de dinero o en un contexto de persecución de objetivos, que, luego, se traducen en bonos, se destaca ignorar conductas no éticas en mi equipo (10%), falsificar datos de clientes (7%), proveer falsa información a la gerencia (6%) e ignorar conductas no éticas en distribuidores, proveedores y otros terceros (4%).
El porcentaje de predisposición a realizar algún tipo de fraude asciende al 29% cuando se incluyen todos los escalafones de una compañía. Tanto a nivel global, como en América latina, el porcentaje es el mismo: 38 por ciento.
En el último tiempo, en la Argentina, la percepción de integridad corporativa -la forma en la que las personas toman decisiones bajo presión- mejoró respecto a años anteriores, según develó el relevamiento global. Este incremento, según el 48% los encuestados, se debe a la mejora de la gestión de la gerencia y una regulación más estricta.
Sin embargo, hay una gran diferencia entre las respuestas de gerentes en cargos altos y colaboradores. Mientras que, en el primer caso, el 60% de los gerentes respondieron que la integridad de sus compañías mejoró en los últimos dos años, el en segundo, solo el 30% observa un incremento en este sentido, a la vez que el 60% asegura que su compañía empeoró en este campo.
Esto, según explicó Huamán, tiene que ver con la falta de comunicación de los objetivos y códigos éticos de las compañías por parte de la gerencia hacia los cargos medios y bajos.
Mientras que, a nivel global, más de la cuarta parte de los encuestados (28%) dice que el mayor riesgo interno a realizar este tipo de conductas proviene de que los empleados no comprenden las reglas que rigen la conducta, en la Argentina la falta de recursos y la presión de la dirección son las amenazas internas más fuertes.
La Argentina tiene, a su vez, un condimento extra. Se trata del entorno macroeconómico. Este, "representa la mayor presión externa (52%) sobre los empleados para no actuar con integridad", sostiene la investigación.
Otras de las razones son las amenazas cibernéticas, crisis relacionadas con la salud, expectativas de desempeño financiero, interrupciones en la cadena de suministro y amenazas geopolíticas.
Cómo evitar el fraude en las organizaciones
En este contexto, la solución para este tipo de amenazas, según la consultora, son los canales de denuncia. Sin embargo, estos "no tienen un buen funcionamiento en la Argentina", comentó Huamán. De hecho, en el país, solo el 30% de los consultados respondió conocer de su existencia.
A su vez, en los últimos dos años, solo el 29% de los entrevistados aseguró haber denunciado personalmente situaciones de mala conducta a la dirección de la compañía o a la línea de denuncia de irregularidades. No obstante, se redujo el porcentaje de personas que reportan situaciones de mala conducta de 50% en 2022 a 29% en 2024.
A pesar de que el 30% de los encuestados respondió haber tenido inquietudes sobre malas conductas que no denunciaron, la falta de acción se debe, principalmente, que, al menos en una de las ocasiones en las que denunciaron una mala conducta se sintieron presionados a no denunciar.
Las principales razones por las que los entrevistados no reportaron malas conductas fueron porque pensaron que afectaría la progresión futura de su carrera, que sus preocupaciones no serían atendidas, o pensaron que no era su responsabilidad abordarlo.