Los acelerados preparativos del cataclismo nuclear
La estrategia nuclear del presidente Joseph Biden se enfoca en China, Rusia y Corea del Norte, así dijo un artículo del diario The New York Times del plan secreto aprobado en marzo, pero que recién ahora se habla de su contenido y de los retos que, dicen, les plantea la rápida expansión del arsenal nuclear de China, así como los posibles «desafíos nucleares coordinados» de las tres naciones mencionadas, a las que considera que puede ganarles, si ocurriera una guerra en ese campo exterminador.
La estrategia de Biden parte de las estimaciones del Pentágono de que la fuerza nuclear china aumentará a mil ojivas en 2030 y a 1 500 en 2035, un número menor del arsenal estadounidense reconocido en 5 748 ojivas, incluidas 2 000 que están retiradas y en espera de ser desmanteladas.
Por supuesto, ese enfoque nuclear juega con la Estrategia de Defensa Nacional 2022 del Pentágono, que nombra a Beijing como «el desafío más completo y serio para la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos», como la «principal amenaza», y relega a Rusia a un segundo lugar, calificándola de «una amenaza grave».
Estos son algunos de los pasos que ponen en riesgo nuclear a la humanidad y que EE. UU. está dando, sin que apenas nos demos cuenta.
En 2023, el Departamento de Defensa recibió más de 200 ojivas nucleares modernizadas, gracias a las inyecciones de dinero por parte de las administraciones Obama, Trump y Biden, según admitió la jefa de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear de EE. UU. (NNSA), Jill Hruby, quien también dijo: «Esta es nuestra mayor entrega en un año desde el final de la Guerra Fría», reportaba RT.
Hay que ir a otras latitudes para ver cómo se están desarrollando los planes. El sitio digital Declasified Australia publicó el 19 de agosto que «mientras los australianos aún se están adaptando al nuevo acuerdo militar AUKUS, Estados Unidos ha estado expandiendo y reorientando silenciosamente su base de vigilancia satelital en Pine Gap, preparándola para librar una guerra nuclear contra China».
AUKUS es la sigla en inglés de Australia, Reino Unido y Estados Unidos, una alianza estratégica militar para la región del Indo-Pacífico, anunciada públicamente en septiembre de 2021, que ayudaría a la isla-continente a adquirir submarinos de propulsión nuclear, capacidades cibernéticas, inteligencia artificial y tecnologías cuánticas, medios de ataque de largo alcance y potencia. Todos los analistas consideraron con razón que AUKUS apunta a contrarrestar la influencia de China en su propia región geográfica.
Solo unos meses antes de la conformación oficial de la alianza comenzó la construcción, en julio de 2021, y rápida expansión de la base de vigilancia satelital de Pine Gap, cuando pasó de 35 a 45 antenas parabólicas, diseñadas para darle a Estados Unidos la ventaja en una posible guerra nuclear con China.
Pine Gap está considerada la «base de vigilancia más importante» de EE. UU. en el mundo, y se afirma que la parafernalia que la compone y en especial que la decena más reciente de las antenas parabólicas han sido construidas para recibir información desde una nueva generación de satélites espías, capaces no solo de vigilar a China, sino también de detectar lanzamientos de cohetes y misiles en los campos de batalla de Gaza y Ucrania, sus «ojos térmicos en el espacio», los satélites OPIR, que utilizarán sensores infrarrojos extremadamente sensitivos cuando sean lanzados, y ubicados a 35 000 kilómetros de altitud en el ecuador y los polos del planeta, una operación que esperan realizar en 2026.
Aunque no soy ducha en las capacidades reales del armamento estadounidense y de su amplísima red de espionaje satelital, los expertos de Declasified Australia afirmaron categóricamente en 2022 que «Estados Unidos no tiene actualmente una defensa infalible contra los misiles hipersónicos, que pueden alcanzar velocidades de 12 500 kilómetros por hora y transportar ojivas convencionales o nucleares», los que sí han sido desarrollados por China y Rusia.
Por supuesto, esos misiles Made in USA también están en los planes del Pentágono. La solicitud de presupuesto con este propósito es de 6 900 millones de dólares, mucho más que los 4 700 millones de dólares de 2023.
La publicación recuerda también que «la acelerada carrera armamentista en materia de misiles hipersónicos y tecnología defensiva antihipersónica se desató en el mundo tras la decisión unilateral de Estados Unidos en 2002, bajo el Gobierno de George W. Bush, de retirarse del Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972 entre la Unión Soviética y Estados Unidos».
Pasos en falso para beneficio de…
Aquí entran en juego los otros protagonistas, quizá los más interesados en la consecución de los planes militaristas, sin importarles que la guerra sea convencional o nuclear.
Existe el propósito de construir una nueva generación de miles de bombarderos y submarinos con armas nucleares, y los contratistas se afilan los dientes para obtener las tajadas multimillonarias. Hablamos de Northrop Grumman, Lockheed Martin, Bechtel, General Dynamics y Honeywell.
Por citar un ejemplo, la revisión y modernización del programa Sentinel —una de las armas que pueden desencadenar una guerra nuclear— abarca 450 silos nucleares en cinco estados de EE.UU. y ya supera el 81 por ciento de su presupuesto original. Costará 141 000 millones de dólares; sin embargo, es muy probable que esa cifra aumente más aún. El subsecretario de Defensa, William LaPlante, lo justificó así: «Somos plenamente conscientes de los costos, pero también somos conscientes de los riesgos de no modernizar nuestras fuerzas nucleares y no abordar las amenazas muy reales que enfrentamos».
Pero el dinero corre y la publicación Responsible Statecraft hablaba recientemente del poder del lobby de las armas nucleares y de la coalición del Senado sobre misiles balísticos intercontinentales, del que forman parte senadores de cuatro estados donde están los silos de Sentinel (Montana, Dakota del Norte, Utah y Wyoming), los cuales han recibido más de tres millones de dólares en donaciones para sus campañas electorales de los consorcios de la industria militar que producen los Sentinel. No fueron los únicos, esos contratistas del Pentágono contribuyeron también con 92 de los 100 senadores de EE. UU. y con 413 de los 435 representantes en 2024.
El gardeo es prácticamente personal pues, según Responsible Statecraft, esos intereses del complejo militar-industrial tienen entre 800 y mil cabilderos para convencer a los congresistas que, de buena gana, dan su visto bueno a los programas del Pentágono, el mayor consumidor del Presupuesto fiscal anual del imperio. Y no pocos de esos cabilderos empleados de las industrias de guerra fueron a su vez senadores, representantes o formaron parte del Departamento de Defensa. «Durante los últimos cuatro ciclos electorales, los contratistas de misiles balísticos intercontinentales gastaron más de 226 millones de dólares en 275 cabilderos extremadamente bien pagados», dijo la publicación.
Lo principal en esto es que hay una nueva carrera armamentista y ella pone en peligro no solo a los posibles contendientes. Estamos todos en riesgo y las armas son muy superiores en capacidad destructiva que las dos mortíferas bombas atómicas que el presidente Truman ordenó lanzar sobre las ciudades mártires japonesas, Hiroshima y Nagasaki, y fue Estados Unidos el que se atrevió a tamaña abominación contra la Humanidad para demostrar que habían salido de la Segunda Guerra Mundial como el más poderoso y, por tanto, «elegidos» para ser amos y señores de la Tierra.