A pesar de que septiembre estaba a la vuelta de la esquina, Alicante se negaba a despedirse del verano de 1974. La provincia había comenzado a notar un ligero bajón de turistas, sobre todo nacionales, pero nada hacía presagiar que aquel movimiento multitudinario en las playas y en las noches fuera a frenarse en las semanas siguientes. Durante aquellos últimos días de agosto continuaron los saraos nocturnos en las habituales salas de fiestas, donde los asistentes cuidaban al milímetro su look. Melena al viento, vestidos entallados y zapatos de tacón para ellas; camisa abierta, pantalón con cierta holgura y un buen afeitado para ellos. Quien arriesgaba un poco más de lo habitual era objeto de análisis pormenorizado del resto de presentes, como refleja la fotografía de Arjones en la archiconocida sala El Gallo Rojo, punto de encuentro de todas las estrellas habidas y por haber durante aquel verano en la provincia.