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Август
2024

Emmanuel Carrère, el maestro de la no ficción

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Un comentario al vuelo de un gran lector me hizo pensar en la seria posibilidad de volver a leer uno de los libros más brutales de los que guardo recuerdo. “Acaso lo próximo que escriba Emmanuel Carrère, ¿será sobre su madre?”, fue la inquietud de este seguidor del autor francés, cuya madre, Hélène Carrère d’Encausse (1929 – 2023), fue una connotada historiadora y miembro de la Academia Francesa, nombrada secretaria perpetua de la misma en 1999. Además, fue ella quien, en febrero de 2023, meses antes de fallecer, le dio la bienvenida oficial a Mario Vargas Llosa a esta institución entregándole la espada Richelieu.

Carrère comenzó su trayectoria literaria en 1984, con la novela La amiga del jaguar y hasta 1995 publicó cuatro novelas más. Como autor de ficción, no se puede quejar, le fue muy bien. Sin embargo, es a partir del 2000 que empezará a posicionarse como uno de los mayores autores de no ficción del presente siglo. Ese año publicó la que sería su piedra angular, el título que le permitió construir un andamiaje narrativo en el que ni siquiera él se salvaría de la exposición. El adversario sigue siendo un acontecimiento literario y editorial.

¿Hasta qué punto pueden llegar tus mentiras? Bien sabemos que la mentira es parte fundamental de nuestra esencia. ¿Pero qué pasa cuando has hecho de tu vida toda una mentira? Peor: ¿qué pasa cuando los más cercanos a ti asumen como verdad esa mentira?

Durante más de quince años, Jean-Claude Romand le hizo creer a su familia que era un reputado médico que trabajaba para la Organización Mundial de la Salud. El tipo se levantaba temprano, ayudaba a su mujer a preparar el desayuno y llevaba a sus hijos al colegio. Esas horas de la mañana eran lo único real de su vida. Su falsa vida comenzaba cuando se despedía de su mujer y conducía su auto hasta un lugar alejado, ya sea un parque, un estacionamiento o el simple campo, allí se ponía a leer los periódicos y a mirar de lejos la vida de los demás. Cumplidas sus horas de “trabajo”, regresaba a casa a desempeñarse como un esposo amoroso y padre de familia. Transcurre el tiempo y Romand llega al punto de no retorno: no tiene la más mínima ida de cómo seguir cubriendo esa vida que proyecta a los demás. Piensa mucho al respecto y decide, sin más, asesinar a su esposa, hijos y padres.

Carrère supo del caso Romand y se propuso contar su historia. No era para menos, el escritor estaba ante un personaje irresistible. Intentó escribir una novela sobre él, pero en lo que escribía no encontraba la fuerza narrativa que necesitaba. Entonces optó por contar la historia tal cual, sin los afeites de la ficción.

A medida que escribía e investigaba sobre el asesino, fue presa de la epifanía que le confería el proyecto. Carrère descubrió que escribía no con el objetivo de explicarse quién era Romand, sino para saber quién era precisamente él. En las páginas de esta novela de no ficción, percibimos en su prosa una inevitable pesadez existencial que punza la piel del lector. Cierras el libro y das gracias por no ser Jean-Claude Romand. Cierras el libro y sientes que has leído a uno de los más grandes narradores contemporáneos. Cierras el libro y, aparte de ya no ser la persona que pensabas que eras, quedas con un aterrador e interminable dolor de cabeza.

Tras El adversario, el francés empezó a escribir su nombre en letras de oro, con títulos como Una novela rusa (2007), De vidas ajenas (2009), Limónov (2011), El Reino (2014) y Yoga (2021). A estos libros los cruza, como si fuera una (sigilosa) narración subalterna, la historia personal de Carrère.

Limónov es su obra maestra. Obra maestra en todo el sentido de la palabra, que merece todos los elogios que ha recibido. Sin embargo, a diferencia de El adversario, esta publicación no muestra un trayecto descarnado a los oscuros rincones de la condición humana. En Limónov, Carrère le habla a toda una generación, nos cuenta el lado B de la historia europea de los últimos cuarenta años, nos radiografía la trastienda de la política internacional y pone los puntos sobre las íes en las ideologías revolucionarias ahora truncas. El ruso Eduard Limónov es un personaje fascinante: poeta, revolucionario, guerrillero en los Balcanes, político, figura pública, punk, narrador, poeta y muchas cosas más.

Si no fuera por el rótulo de no ficción y si no supiéramos que su autor es Emmanuel Carrère, cualquiera creería estar leyendo una novela de ficción. Pero no, Carrère es una especie de imán de personajes y situaciones. En algún momento de su vida, se especula partiendo de la lectura entre líneas de su obra de no ficción, Carrère tomó la decisión de involucrarse sin arreglo alguno en las historias reales con las que se iba topando. (Quizá esta sea una tarea para los biógrafos más adelante, averiguar ese posible misterio existencial; tampoco olvidemos que Carrère es autor de una excelente biografía, que también recomendamos leer: Yo estoy vivo, vosotros estáis muertos (1993), sobre uno de los faros narrativos más influyentes en la literatura y el cine de entre siglos: Philip K. Dick). En más de un tramo, Limónov representa para Carrère lo que no pudo ser, su leyenda suscita en el escritor una admiración contenida, por ejemplo: anhela vivir lo que Limónov, pero a la vez no terminar tirado en alguna esquina del mundo.

Aquí hemos pasado revista a algunos tópicos del universo Carrère en dos libros que ya pueden considerados clásicos de la literatura contemporánea (dejemos de lado la división entre ficción y no ficción). Sus lectores, que se cuentan por cientos de miles, se identifican con esta poética que se sustenta en la más dura experiencia personal y en el diálogo de esta con el mundo. En este sentido, ¿cómo no escribirá de su madre habiendo sido ella, más allá de sus logros intelectuales, una mujer maravillosamente incorrecta?

Si la no ficción atraviesa por un periodo generoso y auspicioso, es gracias a autores como Emmanuel Carrère. Claro, no todos van a escribir como él. Pero ya ha dejado una enseñanza: si vas a escribir no ficción, escribir “bien” resulta insuficiente si no dejas algo más en la escritura. Carrère, como los maestros, predica con el ejemplo.




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