¿Quién va a notar la falta de unos cuantos arbolitos?
La realidad se ha vuelto una comedia de lo absurdo, como si estuviéramos atrapados en un universo alternativo, donde la primera ley de la naturaleza es la incoherencia. El sentido de la vida es vencer el concepto de lo absurdo, pero estas meditaciones son muy elevadas para el estado actual del país, que requiere un tiktok que simplifique nuestra complejísima realidad.
Así que no debería sorprendernos que al parecer ciertos funcionarios encargados de proteger nuestros valiosos bosques decidieran hacer caso omiso de la ley para favorecer a los amigotes de turno. Total, ¿quién va a notar la falta de “unos cuantos arbolitos”? No es como si fueran vitales para el planeta. Igual, son más valiosos apilados en camiones.
Esos árboles no son más que otro símbolo de lo que pasa en salud, seguridad, educación, ambiente e infraestructura. Al final, si no tienen signos de dólar, ¿qué importa? ¿De qué sirve la inversión social y cumplir el mandato constitucional del 8 % para la educación?
Es increíble cómo algunos ni pestañean ante el escándalo semanal, la mentira desvergonzada que se lanza como una bomba para hacerla explotar y que luego toma semanas y hasta meses desmentirla con hechos. Pero claro, ¿quién va a tomarse la molestia de verificarla si lo que importa es el espectáculo?
Estamos atrapados en una sociedad donde una parte de ella no quiere saber la verdad, y busca la dosis diaria de drama, la siguiente contorsión, el sonido gutural o la mueca del titiritero, mientras los negocios se cocinan en la oscuridad, lejos del mundanal ruido de las masas embobadas.
Porque, al fin y al cabo, ¿a quién le importa la ciencia, la cultura, la educación o las artes? Todas esas cosas que dan sentido a la vida son perfectamente prescindibles. Para otras cosas más importantes sí hay dinero.
Mejor invertir en lo inmediato, en lo que brille hoy, y dejar que el futuro se encargue solo. Total, la ignorancia nunca le ha hecho daño a nadie, ¿verdad? Es como el padre que manda al hijo a vender chicles en vez de enviarlo a la escuela. ¿Invertir en su futuro? Bah, mejor la botellita de licor hoy. ¡Ah… las prioridades!
Y así vamos, navegando a ciegas en este apagón educativo, que no es tanto un apagón como un barco a la deriva que ha caído en un agujero negro. Una ruta “viva” que está más muerta que la honestidad de ciertos políticos. Pero escuche, no perdamos el ánimo, mientras se siga celebrando el absurdo y fingiendo que todo va a estar bien, al menos en las redes sociales el show está garantizado.
No invertir en educación es garantizar décadas de inseguridad, pobreza y populismo. Es una fórmula tan sencilla que hasta el más obtuso la entiende... Pero parece que mi ignorancia es mucho más considerable que su conocimiento. Aquí, lo esencial sigue siendo invisible a los ojos.
¡Que viva el absurdo y muera la inteligencia! Sigan alabando a los demagogos, creyendo que los de hoy sí son diferentes y que van a salvarnos, aunque hayan venido solo a ocupar el mismo asiento. Sigan haciendo historia, pero no la historia que nos gustaría leer, sino la de la estupidez colectiva. No nos lamentemos cuando, en un futuro no muy lejano, echen por la borda todas las conquistas generacionales que nos convirtieron en una democracia ejemplar, defectuosa pero ejemplar, al fin y al cabo. O, como ahora algunos prefieren llamarla, una dictadura de 75 años.
Soñemos que Costa Rica merece algo mejor, porque soñar no cuesta nada. Que no se nos olvide que el trabajo honesto ennoblece en su lucha tenaz (a pesar de que algunos escurran el bulto) y que somos labriegos sencillos de esta patria (ahora en venta) que es la suma de todos nuestros esfuerzos, y que lo que nos une es más fuerte que lo que nos divide, y que va más allá de los berrinches del gobierno de turno, aunque a veces cueste verlo entre tanto ruido y humo.
El autor es catedrático de la Universidad de Costa Rica.