Warren Buffett es uno de los hombres más ricos del mundo y que despierta un gran interés por muchos por la vida modesta que llevó en su ciudad natal de Omaha, Nebraska al tiempo que iba tejiendo una gran carrera profesional como empresario del mundo de la inversión y, a la vez, ha acabado destacando por su faceta filántropa. El empresario, que acaba de cumplir 94 años, sigue viviendo en la casa que compró en los años cincuenta en Omaha , con tres habitaciones. A pesar de que podría tener la mansión de sus sueños él apostó por quedarse con esa casa ya que aseguraba que no necesitaba más. Este es solo un ejemplo de su filosofía de vida que tanto llama la atención. Para entender todavía más su figura hace unos años, en 2017, se lanzó un documental biográfico sobre su vida, ' Cómo ser Warren Buffet ', que a día de hoy se puede ver en la plataforma HBO y en el que aparecen familiares suyos explicando cómo es realmente el empresario. Lo que cuenta allí una de sus hijas todavía colea a día de hoy y es recordado por muchos. Y es que en la producción Susan, la mayor de sus tres hijos, narra la lección que obtuvo de su padre cuando hace unos años le pidió un préstamo. Se dice que Buffet tiene una fortuna de más de 120.000 millones de euros por lo que cuesta de imaginar la respuesta que dio a su hija, apodada Susie cariñosamente, cuando ella le pidió 36.000 euros para poder hacer una reforma en casa tras la llegada de su bebé. «Necesitaba hacer espacio en la cocina para la trona. Le pedí 41.000 dólares (36.818 euros) pensando que sería un préstamo, no un regalo», expone en el documental Susie, que desvela que su padre se lo negó y le contestó que fuera «al banco como todos los demás». Con todo, Susie descarta que su padre estuviera obsesionado con ahorrar y remarca en que desde que ella era una niña su padre ya solía manejar el dinero de esta manera. « Nunca sentí que fuera tacaño », confiesa la mujer, que añade que su infancia fue «normal» y que tanto ella como sus hermanos Howard y Peter recibían una paga mensual. Además, la mujer recuerda que su padre tenía una máquina tragamonedas en la que los niños metían su dinero y que cuando no lo veían él abría la parte de atrás para recuperarlo. Los hijos están vinculados en cierta manera a la fortuna del padre porque trabajan en las cuestiones benéficas de su padre y tienen que ser los encargados de que sus deseos filántropos continúen.