Hemos seguido su caso con la glotonería morbosa de ese empacho de ingredientes que lo hacen tan apetecible: padre actor famoso, abuelo epítome del macho hispánico, nieto devenido en 'toy boy' de cirujano afamado y un crimen macabro que ha acabado con el niñato en una mugrienta cárcel tailandesa por descuartizar a su novio con las habilidades de chef aprendidas en sus estudios culinarios. Hemos disfrutado del juicio paralelo en los platós, donde han desgranado su pirotecnia legal los abogados del reo, picapleitos con más recorrido televisivo que penal, que apenas disimulaban su avidez por aprovechar el tirón mediático con el que, unos, recuperen glorias pasadas de 'vedette' de juzgado y, otros, alcancen el puesto para el que no te...
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