Conocí a un tipo cuadriculado en extremo. Pero no esperaba la confesión que me deslizó sin venir demasiado a cuento. Tanto planificaba su vida que incluso pactaba con su esposa, calendario bajo las narices, los días en los cuales hacían el amor. Un par de veces a la semana y siempre tras la sombra de una antelación que a cualquier mortal le arrebataría el deseo más rijoso. Practicar de esa manera el estimulante movimiento de la guitarra eléctrica con tu amor se me antoja de un atroz que linda con la tortura. Sin la sublime improvisación en caliente, si ustedes me permiten, desaparecen las ganas, el apetito, la chispa, la velocidad, la fiebre, el ardor, el picor y la energía....
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