La ciencia investigó si es cierto que los perros se parecen a sus dueños: los sorprendentes resultados del estudio
Algunas personas aseguran que los perros tienen un aire parecido al de sus dueños, ya sea por la forma de las orejas, el pelaje o incluso la expresión facial. Esta creencia, que se transmite de forma casi espontánea, fue investigada por un grupo de científicos.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard y del Instituto de Psicología de la Universidad de Tokio llevó adelante un estudio para comprobar si realmente existe un vínculo entre el aspecto de los perros y sus propietarios.
La investigación detrás del parecido entre perros y dueños
Un reciente estudio científico, publicado en la revista Personality and Individual Differences, profundizó en la conexión entre el aspecto de los perros y el de sus dueños.
Dirigido por Yana Bender, investigadora doctoral del Grupo de Investigación DogStudies del Instituto Max Planck de Geoantropología, el análisis concluyó que los perros comparten rasgos físicos con sus propietarios, y que también exhiben similitudes en su personalidad.
Según la investigación, es posible que las personas elijan perros que se parezcan a ellas o que, de alguna manera, reflejen sus propios rasgos.
Por ejemplo, en el estudio se observó que las mujeres que participaron en el concurso de parecidos con sus mascotas solían tener el pelo de una longitud similar a las orejas de los perros.
Esta tendencia podría ser una manifestación de la forma en que las personas se sienten atraídas por animales que tienen un parecido con ellas mismas, tanto en lo físico como en lo emocional.
Los perros con sus dueños: características de la personalidad
Según un artículo de National Geographic, el estudio destacó que los perros y sus dueños suelen compartir características de personalidad, especialmente en cuanto:
- Extroversión (tendencia a ser sociable y energético).
- Neuroticismo (tendencia a experimentar emociones negativas).
La teoría que subyace a esto es que, con el tiempo, ambos aprenden a regular las emociones del otro, lo que refuerza la afinidad y el comportamiento similar.
Esto puede ocurrir desde que el perro es un cachorro y vive con su dueño, creando una relación cada vez más estrecha, casi como si ambos miembros de la pareja humana-canina pudieran influir directamente sobre el comportamiento del otro.