Un estudio científico revela cuál es el impacto de las luces navideñas en la población
Cada año, el encendido del alumbrado navideño marca el inicio de la temporada festiva en ciudades de todo el mundo. Estas luces, más allá de su función decorativa, suelen generar un impacto emocional que conecta con las personas provocando emociones positivas.
Como describía Valle-Inclán en 'La lámpara maravillosa', la experiencia sensorial que puede provocar la luz tiene un componente casi místico. Este fenómeno, conocido como sinestesia, hace que una sensación en un sentido se conecte con otra en un sentido diferente. En el caso del alumbrado navideño, las luces consiguen despertar sensaciones de nostalgia, alegría y celebraciones pasadas.
Estudios científicos han demostrado que la luz, en sus diferentes formas, es capaz de activar áreas del cerebro relacionadas con las emociones positivas, como la amígdala. Esto explica por qué el encendido de luces navideñas es percibido como un momento mágico para muchas personas.
Sin embargo, encontrar un equilibrio es importante. Moderar la intensidad y la duración de las luces festivas no solo ayuda a reducir su impacto ambiental, sino que también permite un uso más responsable de los recursos. Además, evitar diseños estridentes puede minimizar los efectos sobre la salud y el descanso, especialmente en zonas residenciales.
Aspectos negativos de las luces
Pese al encanto de las luces, la ciencia nos recuerda que el alumbrado masivo tiene consecuencias. Aunque la transición a tecnologías LED ha reducido significativamente el consumo energético, estas instalaciones no son completamente inocuas. Por ejemplo, la iluminación navideña de Granada, que consume 193 kW, equivale a mantener 200 microondas encendidos simultáneamente. Además, gran parte de la luz generada no llega al suelo, escapando hacia el cielo y contribuyendo a la contaminación lumínica.
Este fenómeno, además de desperdiciar energía, altera los ritmos circadianos de plantas y animales, interfiere con la observación astronómica y puede tener efectos negativos en la salud humana. La luz azul, predominante en muchas instalaciones, es particularmente problemática, ya que interrumpe la producción de melatonina, afectando el sueño y aumentando el estrés.