La escritora oaxaqueña Karina Sosa ha encontrado en la pérdida un territorio fértil para la escritura. Orfandad, su segunda novela, le permite replantearse las preguntas que, de manera ineludible, la persiguen como autora: ¿quién soy yo?, ¿cómo se construye el sentido de pertenencia?, ¿cómo se escribe desde la herida?Si en Caballo fantasma —su novela debut— la figura materna era el eje de la narración, en Orfandad (Literatura Random House, 2024) es el padre quien ocupa el centro. Aunque, paradójicamente, lo hace desde la ausencia ausencia. Sosa utiliza este vacío para abordar los vínculos familiares y el dolor colectivo. La novela se nutre tanto de su memoria personal como del contexto histórico reciente: las revueltas sociales en Oaxaca durante 2006 y el autoritarismo de un gobierno que laceró a más de una generación.Pero Orfandad no es solo un ejercicio de la memoria. La ficción le permite a la autora trazar nuevas posibilidades para personajes que se mueven entre la opresión y el deseo de redención. En un tono confesional, pero también profundamente político, Karina Sosa da voz a su experiencia al tiempo que cuestiona las estructuras de poder, la resiliencia de su ciudad natal y el papel de la literatura como una herramienta de resistencia y reparación.Sobre estas preguntas, y el proceso de convertir las heridas en literatura, Karina Sosa reflexiona en esta conversación.Después de una primera novela tan bien recibida como Caballo fantasma, la segunda novela siempre es un reto. Ya no es tu primera experiencia de escritura ni publicación. Cuéntame, ¿cómo fue enfrentarte a esta segunda historia?Sí, creo que es complicado porque siempre piensas en cómo desprenderte de la primera historia. En mi caso fue natural. Hubo un momento en que solté Caballo fantasma y dije: "Ya encontró a sus lectores y seguirá encontrando más". Pero tenía otras cosas en la cabeza, ideas que quería explorar. Fue en 2022 o 2023 cuando decidí escribir Orfandad. Esa historia había estado congelada en mi mente, atrapada, hasta que la muerte de mi abuela paterna lo cambió todo. Ese dolor, esa sensación de abandono, me llevaron a escribirla.Juan Gabriel Vásquez dice que "la mejor literatura surge de las heridas".Estoy de acuerdo. Fue un golpe muy fuerte para mí, y lo que me impulsó a escribir Orfandad fue esa sensación de abandono. Porque eso es precisamente: el abandono, el vacío, la idea de que nada volverá a tener sentido, aunque la vida siga ocurriendo.Caballo fantasma tenía una fuerte presencia materna, mientras que en Orfandad es el padre quien ocupa un lugar central, aunque con una "presencia-ausencia". ¿Por qué te interesa explorar esas relaciones?Creo que se debe a las preguntas que nos hacemos sobre quiénes somos. Mis dos primeras novelas han sido una exploración personal a través de las figuras de mi madre y mi padre. En Caballo fantasma la madre está más ficcionada, mientras que en Orfandad hay menos ficción; está mucho más ligada a mi vida. Ambas surgen de intentar responderme quién soy, cómo veo las relaciones afectivas, a la familia, incluso al Estado, y cómo me sitúo en el mundo a partir de estas conexiones.El contexto histórico de Orfandad es clave: los eventos de Oaxaca en 2006. ¿Cómo se entrelazan esos hechos con tu experiencia personal?En 2006, Oaxaca vivió un momento muy intenso. Las protestas sociales, que inicialmente eran magisteriales, se convirtieron en un movimiento amplio contra el autoritarismo y la violencia del gobierno. Mi papá participó en estas protestas, y como familia fuimos arrastrados a ese caos. Fue un tiempo muy crudo. Mi papá incluso fue encarcelado, y eso marcó profundamente nuestra vida. Este contexto forma parte de Orfandad, pero la novela también explora cómo las familias vivieron esos días tan caóticos y dolorosos.En la novela hay personajes reales, como el exgobernador Ulises Ruiz. La protagonista se llama Karina, como tú. ¿Cómo manejaste literariamente el equilibrio entre lo ficcional y lo real?Fue un ejercicio de memoria y también de justicia literaria. Revisé diarios, recortes de periódico, fotografías y videos. Pero también hubo un componente de imaginación. Decidí usar nombres reales como un registro de ese tiempo, una manera de retratar cómo el poder puede ser tan destructivo. Escribir desde mi perspectiva adolescente me permitió mirar esos eventos con cierta distancia y reconstruirlos desde la ficción. La literatura es un camino para hablar de lo que pudo ser. Oaxaca, como lugar, parece un personaje más en Orfandad. ¿Era tu intención retratar esos contrastes?Absolutamente. Oaxaca es un lugar de contrastes. A pesar de sus desafíos —el turismo desmedido, la falta de agua, los incendios— sigue siendo para mí un refugio, un lugar feliz. Quería mostrar esa dualidad: una ciudad que se reconstruye día a día, que sale del caos, pero que también conserva una generosidad única, una calidez que no encuentras en otros lugares.Orfandad tiene una estructura rica en voces y registros narrativos. Incluso hay momentos psicotrópicos y elementos corales. ¿Cómo trabajaste estas voces tan diversas?Fue un proceso muy imaginativo. La ficción te permite estar en todas partes, mirar como un narrador omnipresente. Con personajes como Ulises Ruiz, por ejemplo, quería ejercer una especie de justicia poética, ridiculizarlos un poco desde mi perspectiva adolescente. En otros casos, utilicé recursos como borrar nombres o gestos para restarles fuerza. Pensé mucho en La divina comedia: esos murmullos y voces deformes me inspiraron para crear este retrato coral de los personajes y el contexto.¿Crees que una novela como esta puede aspirar a encontrar una verdad?No creo que la literatura busque verdades absolutas, más bien plantea preguntas. Es el lector quien decide qué es justicia, amor, familia o el Estado. Mi verdad está en las páginas, pero cada lector encontrará la suya.Cuando decides emprender un proyecto de escritura, ¿te preguntas si estás lista para esa historia?Sí, sobre todo con el ensayo. Llevo tiempo diciendo que quiero publicar un libro de ensayos, pero siento que ciertas historias necesitan madurar antes de ser escritas. Son sueños pendientes, como un libro sobre agua o paseos. Todo llega a su tiempo.AQ