El 
Espanyol llegaba herido a su cita con el 
Celta. Pero a este equipo de 
Manolo González no se lo puede dar por derrotado nunca. Porque su entrenador, ese al que Cornellà-El Prat jaleó 
coreando su nombre de manera unánime en los compases finales del choque, es espanyolismo en estado puro. Y esto significa lucha hasta el final, consciente de que nadie le regala ni le regalará nada.
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