Francia avanza hacia lo desconocido tras la caída de Barnier en una moción de censura
Francia ha dado un salto al vacío sin precedentes en la historia de la V República con la caída del Gobierno más corto de su historia. Apenas tres meses ha durado el Ejecutivo de Michel Barnier al que ha finiquitado una moción de censura presentada por la izquierda y apoyada por la ultraderecha del Reagrupamiento Nacional en la tarde de este miércoles tras el decretazo del primer ministro para aprobar los presupuestos ante la falta de apoyos parlamentarios.
En medio de un ambiente de máxima tensión en la Asamblea Nacional, con duros reproches entre las bancadas, la moción sumó un total de 331 votos, sobrepasando los 288 que eran necesarios para derrocar al Gobierno. Portavoces del Nuevo Frente Popular han afirmado repetidamente que no se sentían responsables del apoyo de la ultraderecha a su moción para hacer caer a Barnier. "Hoy hacemos historia", ha dicho el diputado de izquierdas Éric Coquerel, ponente de la moción. Por su parte, Marine Le Pen ha afirmado en la sede parlamentaria que "la peor política hubiese sido la de no censurar tales presupuestos", en referencia al texto que Barnier hizo pasar por decretazo el lunes y que recoge 40.000 millones de reducción de gasto público y 20.000 de aumento de impuestos para intentar enderezar las cuentas.
La pregunta es ahora qué hará Macron. Parte de la prensa apuesta por un recambio rápido de primer ministro como cortafuegos de la crisis pero los problemas de inestabilidad parlamentaria que han conducido a esta situación continuarán sin la posibilidad de repetir elecciones legislativas hasta julio, un año después de las anteriores, por principio constitucional. Barnier podría gestionar como interino los asuntos corrientes mientras se espera la designación de su sucesor, incluso arrancado de 2025 si Macron opta por rondas de contactos con las formaciones políticas. Si ese periodo se alarga, podría presentar una ley especial para prorrogar los presupuestos del año anterior.
Macron ya estaría barajando algunos nombres según la prensa como, especialmente, el del centrista François Bayrou, veterano de la política francesa, o el ministro de Defensa Sébatien Lecornu, uno de los fieles del presidente. Pero casi con total seguridad, cualquiera de ellos tendría los mismos problemas de fragilidad con los que nació el gobierno Barnier. Para evitarlos, Macron podría verse tentado de echar mano de un tecnócrata, ajeno a la batalla política, que permitiese al país salir adelante hasta la repetición de legislativas.
Un escenario último, aunque poco probable, es que Macron persista en Barnier. El presidente de la República podría volver a nombrarlo después de caer, tal y como ya hizo Charles De Gaulle con Georges Pompidou en 1962, el único primer ministro que hasta ahora ha sido víctima de una moción de censura. Una opción que no parece privilegiarse ya que la relación entre ambos no ha sido buena durante estos meses.
El origen de la moción que ha derrocado al gobierno está en el decretazo con el que Barnier tuvo que aprobar ante falta de apoyos los presupuestos de la Seguridad Social. Pese a varias concesiones obtenidas, Le Pen puso como última línea roja que el gobierno diera marcha a atrás a retrasar parte de la revalorización de las pensiones de enero a julio, en vano. Con un presupuesto basado en reducir el gasto público y aumentar temporalmente los impuestos a las grandes empresas, el gobierno buscaba ante todo reducir el déficit público, calificado como una "espada de Damocles" para Francia según Barnier y proyectado en un 6,1% del PIB para este año. Para los expertos financieros el riesgo es simplemente que si la crisis política se prolonga, Francia no sea capaz de rectificar la trayectoria presupuestaria.
El episodio de la moción es un paso más en una situación de inestabilidad que Francia arrastra desde el pasado mes de junio cuando Macron decidió por sorpresa adelantar los comicios legislativos como golpe de efecto tras su mal resultado en las europeas. La coalición de izquierdas logró imponerse en la segunda ronda tras configurarse un frente anti Le Pen pero lejos de la mayoría. Tres grandes bloques se dibujaron desde entonces (izquierda, centroderecha y ultraderecha) que hacen una configuración endiablada de la vida política en un país poco acostumbrado a la cultura del pacto. A esto hay que añadir las aspiraciones de muchas personalidades con los ojos puestos en las presidenciales de 2027 a las que Macron no puede volver a presentarse. Buena parte de los franceses ve en Macron –y su decisión de disolver la Asamblea en junio- como responsable de la situación actual y con su popularidad en su nivel más bajo, cada vez más voces reclaman su dimisión para superar la crisis, una opción que el presidente calificó el pasado martes de "política ficción".
Desde aquellas legislativas, Macron se ha resguardado en la escena internacional y en los grandes acontecimientos nacionales como los Juegos Olímpicos o su compromiso personal con la reapertura de Notre Dame en un plazo de cinco años tras el brutal incendio de 2019. La reapertura de la catedral de París prometía ser una gran vitrina internacional para Macron en tiempos de turbulencias e inestabilidad política. Con lo que no contaba el presidente era llegar a la gran cita sin gobierno y con una nueva crisis política abierta. Sobre todo por lo que esta situación pueda proyectar de Francia al mundo en un momento que supondrá el gran rencuentro con Donald Trump, que llega a la reapertura de la catedral como su primera visita internacional tras ser elegido para un segundo mandato.