'Ciclo de venganza': por qué se desató la crisis política en Corea del Sur
Apenas transcurrieron seis horas entre el decreto de la ley marcial por parte del presidente surcoreano Yoon Suk Yeol el martes por la noche y su posterior levantamiento, dejando al país sumido en la confusión política.
Como rígido fiscal jefe bajo el mandato de Moon Jae-in, su predecesor de izquierda, Yoon supervisó el encarcelamiento de la expresidenta conservadora Park Geun-hye y del presidente de Samsung, Lee Jae-yong, tras un escándalo de sobornos que desencadenó la destitución de Park en 2017.
Ahora, sin embargo, es Yoon quien se enfrenta a la perspectiva de la destitución y a una posible pena de cárcel después de que su chapucera maniobra política le dejara seriamente aislado y aparentemente sin tiempo, a pesar de que su mandato dura formalmente hasta 2027.
"La realidad es que tiene dos opciones: renunciar o enfrentarse a un proceso de destitución", afirma Gi-wook Shin, profesor de Corea contemporánea en la Universidad de Stanford.
Los analistas describen el movimiento de esta semana como un acto de desesperación de un líder aislado e impulsivo con un solo mandato, acorralado por una economía en desaceleración, índices de aprobación históricamente bajos y un Parlamento controlado por la oposición.
El aparente cálculo de Yoon de que una audaz declaración de la ley marcial reuniría a las fuerzas políticas de derecha en torno a él parece haber fracasado estrepitosamente, señalan los analistas, dejándolo más expuesto política y legalmente que nunca.
"La forma de llevarse a cabo esta declaración de la ley marcial es paradigmática de la presidencia de Yoon en general: mal planificada y aún peor ejecutada", afirma Karl Friedhoff, experto en Corea del Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales.
"En lugar de enfrentarse a un proceso de destitución por una serie de escándalos personales y políticos, lo va a hacer por un intento de golpe de Estado".
El turbulento mandato de Yoon y el dramático movimiento para destituirlo son indicativos de la ‘política de venganza' que domina la democracia surcoreana, una división que ha persistido a pesar de la creciente influencia económica y cultural del país.
Las divisiones se manifestaron claramente cuando Yoon invocó el fantasma de la influencia norcoreana en Seúl.
Suh Bok-kyung, comentarista político, señala que la descripción que hizo Yoon de las figuras de la oposición como ‘fuerzas pro-Norte y anti-Estado' se hacía eco de formulaciones adoptadas por anteriores líderes autoritarios surcoreanos para desacreditar a los oponentes políticos.
"Al compararlos con Corea del Norte, trata a la oposición como nuestro enemigo exterior sólo porque cree que están alterando nuestros asuntos nacionales", afirma.
"Intenta aprovecharse del viejo trauma de los surcoreanos con la Guerra de Corea y los comunistas, pero es un error: debería haber intentado persuadir al público de por qué son necesarias sus políticas y competir lealmente con sus adversarios políticos por el apoyo público".
Los acontecimientos de esta semana han puesto de manifiesto "tanto las vulnerabilidades como la resistencia de la democracia surcoreana", afirma Shin.
"Ha evidenciado desafíos y problemas como la polarización, la posible extralimitación del ejecutivo y el debilitamiento de la confianza de la opinión pública", añade. "Pero el rápido rechazo de la ley marcial por el Parlamento y la protesta pública demostraron los fuertes controles institucionales, el compromiso cívico y la oportunidad de reforzar las salvaguardias democráticas".
Yoon, un novato en política cuando fue elegido en 2022 por un margen de menos de un punto porcentual sobre su némesis izquierdista, el líder del Partido Demócrata Lee Jae-myung, aportó un enfoque inflexible a la oficina del presidente.
Pero su estilo contundente no ha gustado a la opinión pública surcoreana, además de distanciar a aliados políticos como su antiguo protegido y ex fiscal Han Dong-hoon, líder del Partido del Poder Popular conservador de Yoon, que se opuso abiertamente a la declaración de la ley marcial por parte del presidente.
"Puede que haya sido un fiscal exitoso, pero entró en política sin mucha preparación", señala Shin. "Ha perdido completamente el contacto con la realidad si pensaba que podía dirigir el país mediante la ley marcial".
Yoon ha tenido problemas para resolver los prolongados enfrentamientos con los médicos en huelga y los sindicatos, y su presidencia también se ha visto afectada por las acusaciones que rodean a su esposa, la primera dama Kim Keon Hee, como las sugerencias de que aceptó un soborno en forma de una cartera de lujo de un pastor cristiano, además de participar en la manipulación de acciones y otros delitos menores.
El mes pasado, Yoon vetó el último intento de la oposición de iniciar una investigación oficial sobre Kim. En su declaración al país, citó los esfuerzos de la oposición para destituir a los fiscales implicados en las decisiones de abandonar las investigaciones sobre la primera dama como justificación de su decreto.
"Parece creer sinceramente que él y su esposa son víctimas políticas y que quienes expresan su desacuerdo con ellos son fuerzas antiestatales", afirma Shin Yul, profesor de política de la Universidad Myongji de Seúl.
Los críticos señalan que Yoon ha elogiado al ex hombre fuerte Chun Doo-hwan, un general surcoreano que se hizo con el poder en 1979 y supervisó una serie de masacres en manifestaciones estudiantiles, calificándolo de "bueno en política". Hasta esta semana, el golpe de Estado de Chun era la última vez que se había declarado la ley marcial en Corea del Sur.
Friedhoff señala que, desde la caída del régimen de Chun, la política democrática de Corea del Sur se ha visto envuelta en un "ciclo de venganza" de interminables conflictos partidistas. De los siete presidentes elegidos desde 1987, tres han cumplido penas de prisión, mientras que otro murió por suicidio cuando era investigado por soborno.
Según los expertos, la ironía es que un líder nacional empujado a la palestra política por su papel protagonista en este ciclo, como tantos de sus predecesores, probablemente se vea definido por él.
"Hubo un futuro en el que podría haber aguantado los dos últimos años de su mandato y tal vez evitar la cárcel", señala Friedhoff. "Pero ese barco ya ha zarpado, y lo más probable es que se le tache de traidor a la democracia coreana".