Debo reconocer que solo me he paseado tres semanas por Estados Unidos, invitado —en mi etapa parlamentaria— a visitar en Washington las instituciones políticas norteamericanas y a repasar, de costa a costa, las principales universidades. Demasiado poco para poder entender que las recientes elecciones presidenciales, en el país que se considera el líder de toda una civilización, hayan girado en torno a dos candidatos, que planteaban lo que un italiano calificaría como un dilema «cornuto»; dadas las previsibles consecuencias de la victoria de uno u otro. El balance propuesto por algunos de los que han seguido de cerca la campaña me reconcilió en principio con el resultado: «Lo woke espanta más que atrae: cómo los demócratas perdieron la cabeza con... Ver Más