La difícil decisión que enfrenta Emmanuel Macron tras la caída del Gobierno francés
El presidente francés, Emmanuel Macron, convocó elecciones anticipadas en julio para obtener lo que dijo que sería una "clarificación" de los votantes sobre el liderazgo y la dirección que querían para el país.
Los votantes se lo aclararon con una derrota estrepitosa de su partido y una Asamblea Nacional en desacuerdo que se ha rebelado después de solo tres meses, derrocando al primer ministro elegido por el presidente, Michel Barnier, por un presupuesto que recorta el déficit.
Ahora hay pocas soluciones fáciles para Macron mientras busca una salida a un lío que sus rivales (e incluso algunos de sus aliados) dicen que es de su propia cosecha.
"Es difícil encontrar un camino hacia la estabilidad", admitió François Patriat, senador que apoya a Macron desde hace tiempo.
Con su partido despojado de la mayoría parlamentaria, Macron quedó al margen de los asuntos internos durante el breve mandato de Barnier, pero la caída del primer ministro devuelve temporalmente al presidente al asiento del conductor.
Macron debe elegir ahora un nuevo primer ministro, que esperará pueda durar más que Barnier, a pesar de enfrentarse a la misma difícil ecuación parlamentaria, en la que tres bloques, ninguno de los cuales tiene mayoría, se disputan el control.
También se acerca la fecha límite para aprobar el presupuesto del próximo año, lo que presiona a Macron para que actúe con rapidez, aunque se pueden promulgar medidas provisionales para evitar un shutdown [cierre] al estilo estadounidense.
Mientras que el presidente tardó dos meses en nombrar a Barnier, Macron tendrá que encontrar un sustituto más rápidamente esta vez. Cualquier retraso podría debilitarlo y desestabilizar aún más a los mercados financieros: los costos del endeudamiento francés se dispararon la semana pasada por el temor a que fracasara la táctica presupuestaria de Barnier.
Un estancamiento prolongado también podría aumentar las peticiones para que Macron renuncie y convoque elecciones presidenciales anticipadas antes del final de su mandato en 2027.
El presidente ya ha empezado a buscar posibles candidatos para Matignon, la oficina del primer ministro, y se dice que quiere nombrar a alguien en los próximos días.
Los nombres que circulan en los medios de comunicación franceses incluyen al ministro de Defensa Sébastien Lecornu; François Bayrou, otro aliado y veterano centrista; y Bernard Cazeneuve, ex primer ministro socialista. Un gobierno tecnocrático dirigido por un funcionario o una figura apolítica también es una posibilidad.
Lo que está en juego para Macron es salvar lo que queda de su segundo mandato y proteger lo que queda de su historial, especialmente en economía, donde promulgó reformas favorables a las empresas y recortes fiscales.
Pero la capacidad del presidente para imponer un arreglo se ha visto socavada por la reducción de su partido centrista Renaissance tras las elecciones anticipadas de julio, y los diputados que le quedan ya no pueden imponer condiciones a los posibles socios.
Con poca tradición en la formación de coaliciones en Francia, Macron se ha visto obligado a exhortar a los partidos políticos rivales a trabajar juntos para lograr la estabilidad y, al menos, aprobar un presupuesto.
Su tarea se ha visto dificultada porque la líder de extrema derecha Marine Le Pen y su partido Rassemblement National (RN), y el partido de extrema izquierda La France Insoumise, se han visto envalentonados por su éxito conjunto en la destitución de Barnier.
Franck Allisio, uno de los principales legisladores de RN, afirmó que el partido seguirá impulsando sus prioridades, como la mejora del poder adquisitivo de los franceses y la reducción de la inmigración. "Por definición, nuestras exigencias se mantienen, sea quien sea el primer ministro, ya que las expectativas de nuestros votantes no han cambiado", afirmó Allisio, que no descartó la posibilidad de que el partido vuelva a derrocar al Gobierno.
La formación de coaliciones se complica aún más por los pesos pesados políticos que encabezan los distintos partidos y facciones de la Asamblea, todos ellos compitiendo por suceder a Macron.
"Todos ellos están obsesionados por las elecciones de 2027, que están moldeando el comportamiento de los jefes de partido", como Le Pen y el líder de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon, dijo Jean Garrigues, historiador especializado en la Asamblea francesa y la Constitución. "Eso es lo que hace tan difícil el compromiso en la Asamblea".
Algunos de los principales actores han instado a un enfoque diferente para elegir al próximo primer ministro, sugiriendo que los legisladores negocien en su lugar una forma de pacto de no agresión entre los partidos que quieran y que establezca unas pocas políticas centrales a seguir, a cambio de un acuerdo para no derribar el Gobierno.
Boris Vallaud, jefe del grupo socialista en la Asamblea, ha dicho que estaría abierto a una iniciativa de este tipo, sin aclarar si el grupo rompería totalmente con sus actuales aliados de extrema izquierda, que se oponen a toda cooperación con Macron. Los líderes izquierdistas han señalado que exigirían Matignon a cambio de dicha cooperación, que corre el riesgo de contar con la oposición de la RN.
Gabriel Attal, ex primer ministro de Macron que lidera el partido centrista Ensemble pour la République, pidió una alianza similar que se extienda desde la izquierda moderada hasta la derecha moderada, pero excluyendo lo que llamó "los extremos".
"Esto nos sacaría a todos de la situación en la que el Gobierno es rehén de Marine Le Pen", dijo, aunque admitió que no sabía si era posible.
En medio de la intensificación de la politiquería, todavía debe aprobarse de algún modo un presupuesto para 2025 que sustituya al que se echó por tierra en la votación del miércoles, y que se suponía iba a abordar las degradadas finanzas públicas de Francia.
Si la Asamblea Nacional y el Gobierno no pueden cumplir el plazo constitucional para aprobar un presupuesto -lo que sólo ha ocurrido dos veces en la historia moderna de Francia-, es posible que haya que recurrir a soluciones provisionales, como la adopción de una ley de emergencia y medidas ejecutivas para prorrogar las normas fiscales y de gasto del año anterior.
Los analistas del banco de inversión Morgan Stanley, que creen que éste es el escenario más probable, afirman que aumentaría el déficit de 2025 hasta el 6,3% -frente al 6,1% de este año-, frente al 5,6% previsto en el plan de ajuste de Barnier.
Los arreglos temporales "llevarían a un presupuesto en 2025 que no tendría las subas de impuestos previstas en el plan actual, que habrían permitido reducir el déficit", dijo Jean-François Ouvrard, director ejecutivo de investigación económica de Morgan Stanley.
En el peor de los casos, se produciría un fracaso sin precedentes a la hora de promulgar un presupuesto completo para 2025, una vez que el nuevo Gobierno estuviera en funciones en enero.
"Aquí es donde entramos en territorio desconocido", dijo el experto en derecho constitucional Denis Baranger, de la Université Paris-Panthéon-Assas. "Es un momento que no está realmente previsto en la Constitución".