Yoon gana el pulso (de momento): causas, cronología y antecedentes de la crisis de Corea del Sur
El intento de destitución del presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, fracasado este sábado gracias al apoyo de su propio partido, es solo el último capítulo de crisis políticas en ese país.
La República de Corea es regularmente objeto de escándalos de Estado: la expresidenta Park Geun-hye, fue destituida y encarcelada en 2016 por abuso de poder tras un caso de tráfico de influencias. En 2019, le tocó el turno a un estrecho colaborador del presidente Moon Jae-in, acusado de fraude y corrupción. Irónicamente, el fiscal encargado de estos dos juicios era Yoon, cuya imagen de defensor de la libertad y la justicia contribuyó en gran medida a su elección.
Yoon ascendió a la presidencia en 2022, logrando una victoria ajustada que dejó al país en un estado de expectación. Desde entonces, ha elegido rodearse de una élite ultraconservadora de la vieja guardia, impulsando una agenda política que evoca ecos de la Guerra Fría y descalificando a la oposición como simpatizantes comunistas. Sin embargo, su autoridad se ha visto gravemente afectada por una serie de escándalos de corrupción que lo implican a él y a su esposa, así como por problemas económicos y frecuentes tropiezos. Tras la derrota de su partido en las elecciones parlamentarias, encontró dificultades para avanzar su agenda, viéndose obligado a recurrir a la autoridad ejecutiva para sortear los obstáculos.
A pesar de los esfuerzos de Yoon por proyectar una imagen de líder fuerte, lo que ha quedado al descubierto es su incapacidad para honrar el pacto implícito de confianza con su pueblo. Esta crisis deja un regusto amargo y transmite un poderoso mensaje de resistencia. La vibrante democracia asiática se encuentra lista para enfrentarse y derrotar a quienes intenten secuestrarla. Los que se manifiestan estos días reflejan que su lucha colectiva radica la verdadera fortaleza de la nación, un claro recordatorio de que el espíritu de un pueblo no se pliega fácilmente ante el autoritarismo.
En la gélida noche del martes, el presidente surcoreano dejó al mundo atónito al invocar la intervención militar, una medida impensable que, a primera vista, carecía de justificación inmediata. No hubo ataques norcoreanos, ni colapsos del orden público provocados por protestas prolongadas, huelgas nacionales o desastres naturales. Este movimiento, aunque emanado directamente del líder, ha generado serias inquietudes sobre su naturaleza, lo que ha llevado a calificarlo como un intento de golpe de estado.
En su discurso, Yoon justificó la imposición de la ley marcial al afirmar que era necesaria "para proteger al país de las amenazas de las fuerzas comunistas norcoreanas, para erradicar a las despiadadas fuerzas pro-Pyongyang y antiestatales que privan a nuestro pueblo de la libertad y la felicidad, y para preservar el orden democrático liberal básico". La maniobra fue considerada por la mayoría como un intento de centralizar el poder y amordazar a la creciente oposición.
La combinación de "anti-estado" y "pro-norcoreano" no es un fenómeno reciente en este país; esta retórica peligrosa ha sido empleada tanto por Yoon como por sus predecesores. Desde antes de la fundación oficial de la República, el ejército llevó a cabo una masacre en la isla de Jeju en 1948, justificando su brutalidad bajo la bandera del anticomunismo. La represión implacable de la oposición durante el régimen de Park Chung-hee, un exoficial del ejército japonés, y posteriormente bajo el general Chun Doo-hwan después de 1979, se sustentó en una ley marcial que restringió severamente las libertades civiles.
Otro episodio particularmente desgarrador en la memoria colectiva fue la masacre de cientos de manifestantes pro-democracia en Gwangju en mayo de 1980, perpetrada por fuerzas militares especiales, apenas meses antes de que Seúl obtuviera la sede de los Juegos Olímpicos de 1988. Este oscuro legado enfatiza la fragilidad de la democracia surcoreana, constantemente amenazada por aquellos que la confunden con tiranía.
El anticomunismo hacia el Norte ha sido durante mucho tiempo el pilar fundamental de la identidad surcoreana. Esto se debe, en parte, a que sectores clave de la élite, por su estrecha colaboración con los japoneses antes de 1945, no podían legitimarse a través del anticolonialismo, a diferencia de sus contrapartes del norte. Así, adoptaron este credo con un fervor y radicalismo característicos, cimentando una narrativa que ha perdurado a lo largo de las décadas.
Con todo, existen incluso especulaciones de que Yoon envió deliberadamente drones a Pyongyang hace semanas con el objetivo de provocar una reacción militar, lo que podría enmarcar como un acto de agresión y redefinirlo como una crisis de seguridad nacional para justificar la ley marcial.
El Estado de emergencia fue levantado en menos de seis horas, un breve lapso que, a primera vista, podría restarle importancia a un momento tan crítico. Sin embargo, la dinámica de la situación podría haber cambiado drásticamente si no hubiera sido por la rápida respuesta de un grupo de surcoreanos decididos. Un número considerable de parlamentarios se apresuró al edificio de la Asamblea Nacional en Seúl, anticipándose a que el ejército tomara control de la instalación.
Aunque las fuerzas armadas obedecieron las órdenes del presidente, las imágenes capturadas muestran una sorprendente moderación: no se dispararon balas y los enfrentamientos con manifestantes y legisladores se limitaron a altercados menores. Este escenario revela no solo la fragilidad del poder, sino también la resiliencia de una democracia que se niega a ser silenciada.
Las verdaderas causas de la crisis política
Las verdaderas causas de esta crisis apuntan a una amplia lista de factores: desde acusaciones de corrupción hasta índices de aprobación que cayeron a un histórico 17 % a principios de noviembre. También se ha planteado la posibilidad de que la influencia de asesores radicales haya creado una peligrosa desconexión con la realidad en Yoon.
Por otro lado, la oposición, respaldada por una mayoría parlamentaria, impuso severas restricciones a los planes presupuestarios del presidente Yoon. Además, se vislumbraban procedimientos de destitución tanto para funcionarios del gobierno como para el propio mandatario. Esta coyuntura sugiere que la declaración del estado de sitio tuvo orígenes internos, evidenciando un intento deliberado de neutralizar a la oposición. La falta de profesionalismo en la ejecución de este intento de golpe refuerza aún más esta hipótesis. Es razonable considerar que el exfiscal, cada vez más frustrado, se sintiera un extraño en el panorama político y buscara el estado de emergencia como un medio para gobernar sin obstáculos y recuperar el control que había perdido.
Con todo, hasta ahora no ha habido una respuesta oficial de Pyongyang, lo que podría interpretarse, con un atisbo de optimismo, como una forma de contención deliberada. Kim Jong-un estará probablemente observando, esperando a que su enemigo se debilite aún más. En los círculos de seguridad, ya se discute el posible impacto negativo que esto podría tener en la alianza trilateral entre Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, una alianza oficialmente orientada hacia el Norte, pero que en la práctica también podría tener a China en su punto de mira.
Multitudinaria manifestación
La votación estuvo precedida por una manifestación multitudinaria contra el presidente, que arrancó frente a la Asamblea Nacional de Corea del Sur, en Seúl. La protesta, en la que participaron plataformas civiles y políticas, además de la Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU), el mayor grupo sindical del país, comenzó a las 15.00 hora local (6.00 GMT) frente a la sede del órgano legislativo, y en medio de un gran despliegue de seguridad.
Algunos de los grupos participantes, entre ellos la confederación sindical, se concentraron en otros puntos de la capital antes de la protesta general y se desplazaron hasta la Asamblea en lo que llamaron una 'Marcha de Vigilia Nacional'que podría prolongarse durante la tarde y la noche en función de los resultados de la votación de hoy.
En la protesta participan ciudadanos venidos de otros puntos del país en viajes organizados por asociaciones civiles o grupos sindicales, mientras que en el distrito de Yeouido, donde se ubica la Asamblea, había centenares de policías desplegados para evitar incidentes, informa Efe.
Un hombre de unos 50 años fue detenido al inicio de la concentración después de tratar de inmolarse en las inmediaciones de la Asamblea Nacional, y tuvo que ser hospitalizado sin que haya trascendido su estado, según informó la agencia local Yonhap.