Ante Dios nunca serás héroe anónimo
Cuando observamos hoy una sociedad en la que valores como el honor, la honestidad, la lealtad, el amor a la patria y tantos otros , confrontan con los que se exhiben desde ideologías perversas como el marxismo, y aún peor, con otros como la zafiedad , la chabacanería y, desde luego, la corrupción moral y económica de una clase política despreciable, cobran especial relevancia los recuerdos de unos hombres jóvenes idealistas que allá por los años 40 lo dejaron todo y se fueron a luchar contra el comunismo soviético en tierras rusas. Hoy traigo el recuerdo de uno de ellos, representativo de miles que como él allí dejaron sus vidas.
Se llamaba Antonio y apenas tenía 16 años. Tan corta edad no da para escribir una biografía, tan sólo siquiera reseñar una infancia feliz rodeado de muchos hermanos, una infancia, sin embargo, truncada al final por la barbarie desatada en España en 1936 de la que fueron víctimas dos hermanos mayores asesinados cruelmente por las milicias comunistas y su madre encarcelada y torturada en una checa de infausto recuerdo. Con sus escasos 13 años logró huir de la persecución a la que fue sometida su familia en Valencia y, utilizando como medio una bicicleta, llegó a Madrid en busca del resto de su familia, ya rota y desperdigada. Con apenas 14 o 15 años nos lo encontramos después como aprendiz de banda en la Legión en Dar Riffien, época en la que debió ser feliz, según deducimos de relatos familiares. Poco más se sabe de su corta existencia. ¿Fueron estas las razones por las que, cuando sonó el cornetín de enganche para la División Azul, acudió a las largas filas de quienes querían continuar la lucha contra el comunismo en Europa?
Apenas tenía 16 años. ¿Cómo logró ser admitido como soldado a esa temprana edad? Una incógnita que desconocemos, pero ahí nos encontramos a Antonio como soldado de la 2ªCía Antitanques divisionaria junto a falangistas renombrados de la vieja guardia como Agustín Aznar, Enrique Sotomayor, Dionisio Ridruejo, Ruiz-Vernacci, García Noblejas y otros.
De su paso por el campamento de instrucción de Grafenwohr y de la larga marcha a pie atravesando media Europa en el camino hacia el frente, que la División Azul realizó, tenemos noticias aisladas suyas que leemos de lo escrito por Dionisio Ridruejo en su magnífico libro «Mis caminos de Rusia». Ahí recuerda al «niño» de la compañía siempre sonriente y dispuesto a todo cuanto fuera menester. «Niño» que apenas un mes después demostraría su sobrada hombría en las sangrientas luchas que iban a tener lugar en Urdanik y en Possad. «Ni un paso atrás. El honor de España depende de vosotros» les había dicho Muñoz Grandes, su valiente general.
En diciembre de 1941 una brutal ofensiva soviética cayó sobre las posiciones de la División Azul. Tras una intensísima preparación artillera, el día 26 por la noche, con una temperatura rondando los 40º bajo cero, ocho batallones soviéticos se lanzaron al asalto cruzando el río Voljov atacando las posiciones españolas en Urdanik. Allí, rotas las líneas de defensa, el flanco derecho de la posición resistió gracias a la defensa tenaz que ofreció un grupo de soldados antitanquistas en el que se encontraba nuestro joven guripa Antonio junto a su hermano Juan. Fue entonces cuando el comandante Román, en un audaz y valiente contraataque, con los pocos soldados que quedaban en pie, pertrechados de granadas de mano y munición, fueron tomando casa por casa deshaciéndose de los rusos, quienes, exhaustos tras el asalto, no habían esperado un contraataque tan brutal de los españoles. Urdanik fue recuperado y el ataque rechazado. Entre los caídos españoles, un joven de 16 años que apareció muerto al lado de otros tres rusos también muertos. Le habían arrancado las hombreras y la cartera con los retratos familiares. Su cuerpo se había congelado y tenía la cara sonriendo. Se llamaba Antonio Chicharro Lamamié de Clairac. «Ni un paso atrás había dicho Muñoz Grandes».
Con su muerte honró a su patria y a su Ejército. Hoy, cuando los nietos de aquellos contra los que se enfrentó pretenden borrar la huella que él, y otros casi cinco mil caídos que reposan en tierras rusas dejaron, y cuando los que se supone herederos de la España por la que ellos murieron adoptan un perfil relativista y cobarde ante su recuerdo, no nos queda más consuelo que recordar aquel emblema que los requetés tenían como norte de su vida en el combate: «Ante Dios nunca serás un héroe anónimo». Los restos de nuestro divisionario reposan junto a los de otros muchos soldados españoles en el cementerio de Pankovka, un cementerio cristiano y español en Novgorod (Rusia), pero sabemos que desde el cielo se sentirá orgulloso de haber cumplido la orden de su general.
En Rusia lucharon y murieron miles de jóvenes españoles. Se podrá estar o no de acuerdo con sus ideales, pero de ninguna manera dudar de su gallardía, valentía y heroicidad. Hoy, los pocos símbolos que les recuerdan son retirados y sustituidos por otros de índole marxista, merced a la Ley de Memoria Histórica ampliada por la Ley de Memoria Democrática . Una ley sectaria y de todo punto revanchista. Una ley cainita que ha traído de nuevo a España el odio y el germen de un nuevo enfrentamiento , circunstancias ya desaparecidas hace años, que el Sr. Rodríguez Zapatero y su alumno Sánchez nos han regalado para su mayor gloria y desde luego como estamos viendo, estos últimos tiempos, para su enriquecimiento personal, dicho sea de paso.
Juan Chicharro es General de División de Infantería de Marina ( R )