La caída de Asad, un nuevo golpe a la influencia de Irán y Rusia en Oriente Medio
Además del ya disuelto régimen que instaurara hace más de medio siglo por el anterior presidente Hafez al Asad y continuado durante los últimos 25 años por su hijo Bachar, dos son las principales damnificadas, entre los actores estatales, de lo ocurrido en los últimos once días en Siria: la Federación Rusa y la República Islámica de Irán, los dos principales apoyos de la dictadura.
El desmoronamiento del régimen del Partido Baaz, que apenas opuso resistencia al avance rebelde -protagonizado por una amalgama de milicias lideradas por Hayat Tahrir al Sham, a su vez nacida del yihadista Frente al Nusra-, ha puesto de manifiesto que Moscú e Irán han sido incapaces de defender la supervivencia del régimen a pesar de anunciar una batalla total para garantizarla.
Centradas -y mermadas tras casi dos años de guerra- en el escenario ucraniano, las fuerzas armadas rusas -a pesar de que Moscú cuenta con una base naval y otra aérea en suelo sirio situada además cerca del lugar desde donde ha irradiado la ofensiva rebelde- sencillamente no han comparecido en la operación insurgente más allá de los infructíferos bombardeos de finales de noviembre contra posiciones insurgentes en las provincias de Idlib y Alepo.
De la misma manera, y a pesar de haber anunciado su apoyo a la dictadura de Assad en los primeros días de ofensiva rebelde, la económicamente castigada Irán, tanto directamente a través de la Guardia Revolucionaria como por medio de sus milicias chiitas en Siria, Irak y Líbano -Hizbulá-, solo ha podido poner de manifiesto su impotencia ante la superioridad sobre el terreno de los rebeldes islamistas suníes, que han contado con el apoyo desde el principio de Turquía. La República Islámica, a la que unen lazos sectarios -los alauitas en control de las estructuras de poder del régimen sirio están emparentados con el islam chiita
del régimen de los mulás- había convertido el territorio sirio en manos del régimen -en torno al 65-70% hasta hace doce días- en campo de operaciones contra Israel y sus aliados. Por su parte, la más poderosa de las milicias financiadas y entrenadas por Irán en Oriente Medio, Hizbulá, lamentaba ayer el nuevo escenario en Siria, que, a juicio de sus responsables, vive una “una transformación peligrosa”.
En definitiva, Rusia e Irán -y el ‘eje de resistencia’ antioccidental que lideran- han perdido para siempre un importante aliado en clan Assad. Rusia, que mantenía estrechos lazos desde los años 70, aún tiempos de la URSS, con el régimen Assad, corre el riesgo de quedarse sin sus dos estratégicas bases en la costa mediterránea, fundamentales además hace diez años en las operaciones aéreas que permitieron al régimen sirio sobrevivir a los yihadistas.
Moscú tendrá que abordar con Ankara esta posibilidad -el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, se reunirá este sábado en Qatar con representantes iraníes y turcos-, pero el presidente ruso, Vladimir Putin, es consciente de que la capacidad de influencia de Recep Tayyip Erdogan, en la amalgama de facciones islamistas, algunas de ellas de ideología yihadista, puede ser limitada.
Este mismo domingo, una fuente del Kremlin indicó a la agencia rusa Tass que ya había contactos “con representantes de la oposición armada siria, cuyos líderes han garantizado la seguridad de las bases militares rusas y las misiones diplomáticas en territorio sirio”, una insurgencia a la que los que tanto el Kremlin como los medios afines hasta ahora se habían referido como “terroristas”. A su vez, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, confirmó ayer que Moscú está haciendo todo lo posible para garantizar la presencia rusa en Siria. Según informaba la citada agencia estatal rusa citando fuentes en Siria, tanto la base naval de Tartús, en la provincia homónima, como la aérea de Khmeimim, en la de Latakia, están “funcionando con normalidad”.
A pesar de que la situación interna del régimen es más que precaria desde hace meses, nada de lo ocurrido en los últimos 14 meses en la región puede desvincularse de la matanza terrorista de Hamás en Gaza el 7 de octubre de 2023 y de la ofensiva israelí contra los actores del ‘eje de resistencia’ de manera simultánea en la Franja, Líbano, Yemen y la propia Siria. La campaña de las FDI ha mermado significativamente la capacidad bélica de Hamás y Hizbulá y ha lanzado varios mensajes de advertencia directa a Irán, desde el asesinato en Teherán del líder político de Hamás Ismail Haniyeh en el último día de julio hasta las dos operaciones aéreas en suelo iraní de abril y octubre de este año.