Esencia
México enamora al mundo por sus tradiciones, sus colores, su arte, su historia, sus costumbres, arqueología, música, volcanes, creencias, su relación con la muerte (no me refiero a la ola de violencia desenfrenada que padecemos los ciudadanos de bien), sino a la celebración de Todos los Santos, gastronomía, artesanía, charrería y también, faltaba más, por ser uno de los ocho países en el mundo donde la tauromaquia vive.
Sin duda, una de las más fuertes devociones del pueblo mexicano es el amor por la Santísima Virgen de Guadalupe, por cierto, con menos años en México que la tauromaquia. Primera corrida de toros, 1529; la aparición de la Virgen a San Juan Diego, 1531.
Tal y como es evidente, irrefutable y veraz, en México se celebran las ferias alrededor del santo local y, en la inmensa mayoría de los casos, esta celebración incluye un festejo taurino, pudiendo ser corrida de toros, novillada, festival y, como en la maravillosa península de Yucatán, en sus tres estados, festejos de postín, medio postín, charlot o baxal toro, además de las ya conocidas.
La Corrida Guadalupana se celebró durante muchos años en otras décadas, allá por los cuarenta y cincuenta, en El Toreo, denominada La Rosa Guadalupana. En este siglo, la Plaza México instituyó este festejo y se ha convertido en una de las citas más esperadas y anheladas dentro del calendario taurino nacional. Inolvidable por su puesta en escena y el momento emotivo y sentimental que significó el festejo guadalupano del 2017, con las secuelas del terremoto sucedido apenas tres meses antes. Aquella tarde fue el inicio de una tradición de la era moderna de esta plaza, su público y su cultura.
Cada año se ha invitado a un artista a intervenir el ruedo para tan importante fecha. En esta edición será mi amigo y talentoso pintor Rafael Sánchez de Icaza que, estoy seguro, nos sorprenderá con su magia, colorido y única visión del toreo, la religión y la idiosincrasia mexicana.
Pasado mañana jueves por la noche podremos gozar de un cartel bien rematado con la presencia del torero hispano Antonio Ferrera, quien se ha ido adueñando del corazón de los mexicanos, sin hacer ruido, sin querer presumir de amor por nuestro país; lo ha logrado con hechos. Pasando grandes temporadas en nuestra tierra, conociendo a su gente, su campo, sus ganaderías, sus caporales, periodistas, peñas y todo aquel que tenga interés en su tauromaquia, que por cierto es rica en contenido, diversa en formas y profunda en fondo.
Alternará con dos toreros mexicanos que, tarde a tarde, han ido escalando el interés del público por su toreo. Me refiero al hidrocálido Héctor Gutiérrez, que viene tumbando caña, torea como los ángeles y demuestra que está mentalizado para ocupar lo más alto de la torería aquí y cuyo objetivo 2025 es España. El queretano Diego San Román impacta cada vez que se pone delante de un toro. Su valor asusta, el ajuste en su toreo alcanza cercanías inverosímiles y emociona a cualquier precio.
Lidiarán seis toros del hierro de Jaral de Peñas, animales del encaste Domecq que pastan en el municipio de Ezequiel Montes, Querétaro.
Será una noche mágica, llena de misticismo, religiosidad, valor, bravura y arte. El cierre del año taurino en la capital, sin embargo, en provincia la actividad taurina decembrina se intensifica con festejos a lo largo y ancho de la república mexicana.
Estemos orgullosos de lo que somos: guadalupanos, taurinos, alegres y buenas personas los mexicanos. Somos más los buenos que los malos, más los que respetamos la libertad que los prohibicionistas y mayor cantidad los que deseamos un México en el que todos vivamos mejor, en paz.