Hoy toca Champions en Dortmund. El domingo, a pasar frío en Montjuïc ante el Leganés. Pero, después, llega un Barça-Atlético apasionante. Será el partido que puede determinar el campeón de invierno… y quién sabe si el de verano. Ese trascendental duelo, el Barça lo jugará sin su entrenador en el banquillo mientras que el Atlético sí podrá contar con Giménez, el puntal defensivo en la zaga de
Simeone. Incongruente, visto con los ojos del sentido común.
Hansi Flick vio la roja y será sancionado por dos partidos porque el acta arbitral refleja algo que no ocurrió. Expulsado “por salir del área técnica gritando y gesticulando, protestando una de mis decisiones”. Las imágenes de ‘DAZN’, emitidas al día siguiente, demuestran que, cuando
Muñiz Ruiz señala penalti, un resignado
Flick se lamenta levantando la mano, con un gesto de desdén, mirando a su banquillo, decepcionado y sin salir del rectángulo pintado. El árbitro no ve ni escucha nada, solo que su auxiliar de banda, por el pinganillo, le canta que expulse a
Flick. Y lo hace. El ademán del alemán, puestos que fuese el gesto de mandar a paseo al colegiado, no fue más que tantas gesticulaciones que hacen los 20 entrenadores de la Liga a cada encuentro una docena de veces. El Barça fue perjudicado por partida triple:
Flick vio el resto de partido desde una cabina y, en 2024, ya no se volverá a sentar en un banquillo. Sí que jugará el Barça-Atlético el uruguayo
Giménez. Un Atlético tan intenso como sublime le remontó un 1-3 al Sevilla gracias a media hora de fútbol total. Un espectáculo. Cuando
Griezmann marcó el tanto de la victoria en el descuento, la euforia se desató en el Metropolitano.
José María Giménez, mirando a la afición sevillista, gritó “a chuparla”. Hubo amarilla a
Griezmann por sacarse la camiseta en la celebración, pero no hubo castigo alguno para el defensa. El árbitro no lo vio, no lo puso en el acta y, por más diáfanas que ahora, sean las imágenes, ningún comité entrará de oficio donde debería entrar.
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